jueves, junio 11, 2015

Misioneros del Santísimo Rosario: Misioneros del Santísimo Rosario: Misioneros del S...

Cada Día
Acto de Contrición

¡Dulcísimo Corazón de Jesús, que en este
Divino Sacramento estás vivo e inflamado de amor por

nosotros! Aquí nos  tenéis en vuestra

presencia, pidiéndonos perdón de nuestra culpa e implorando vuestra

misericordia. Nos pesa ¡oh buen Jesús! de haberos ofendido, por ser
Vos tan bueno que no merecéis tal ingratitud. Concedednos

luz y gracia para meditar vuestras virtudes y formar según ellas nuestros pobre

corazón. Amén
Día XI
CARTA ENCÍCLICA
HAURIETIS AQUAS
DE SU

SANTIDAD
PÍO XII
SOBRE
III.
CONTEMPLACIÓN DEL AMOR DEL CORAZÓN DE JESÚS
Iglesia, sacramentos
21. No hay, pues, duda de que el Sagrado Corazón de Jesús, al
ser participante tan íntimo de la vida del Verbo encarnado y, al haber sido,
por ello asumido como instrumento de la divinidad, no menos que los demás
miembros de su naturaleza humana, para realizar todas las obras de la gracia y
de la omnipotencia divina
 [78] Cf. S. Th. Sum.
theol.
 3, 19, 1: ed. Leon. 11
(1903) 329
, por lo mismo es también símbolo legítimo de aquella inmensa
caridad que movió a nuestro Salvador a celebrar, por el derramamiento de la
sangre, su místico matrimonio con la Iglesia: «Sufrió la pasión por amor a la
Iglesia que había de unir a sí como Esposa»
 [79] Sum. theol. Suppl.
42, 1 ad 3: ed. Leon. 12 (1906) 81
. Por lo tanto, del Corazón traspasado del
Redentor nació la Iglesia, verdadera dispensadora de la sangre de la Redención;
y del mismo fluye abundantemente la gracia de los sacramentos que a los hijos
de la Iglesia comunican la vida sobrenatural, como leemos en la sagrada
Liturgia: «Del Corazón abierto nace la Iglesia, desposada con Cristo... Tú, que
del Corazón haces manar la gracia»[80]
Hymn. ad Vesp. Festi
Ssmi.
Cordis Iesu.
De este simbolismo, no desconocido para los antiguos Padres y
escritores eclesiásticos, el Doctor común escribe, haciéndose su fiel
intérprete: «Del costado de Cristo brotó agua para lavar y sangre para redimir.
Por eso la sangre es propia del sacramento de la Eucaristía; el agua, del
sacramento del Bautismo, el cual, sin embargo, tiene su fuerza para lavar en
virtud de la sangre de Cristo»
 [81] 3, 66, 3 ad 3: ed. Leon.
12 (1906) 65
. Lo afirmado del costado de Cristo, herido y abierto por el
soldado, ha de aplicarse a su Corazón, al cual, sin duda, llegó el golpe de la
lanza, asestado precisamente por el soldado para comprobar de manera cierta la
muerte de Jesucristo.
Por ello, durante el curso de los siglos, la herida del
Corazón Sacratísimo de Jesús, muerto ya a esta vida mortal, ha sido la imagen
viva de aquel amor espontáneo por el que Dios entregó a su Unigénito para la
redención de los hombres, y por el que Cristo nos amó a todos con tan ardiente
amor, que se inmoló a sí mismo como víctima cruenta en el Calvario: «Cristo nos
amó, y se ofreció a sí mismo a Dios, en oblación y hostia de olor suavísimo»
 [82] Ef 5, 2.
Ascensión
22. Después que nuestro Salvador subió al cielo con su cuerpo
glorificado y se sentó a la diestra de Dios Padre, no ha cesado de amar a su
esposa, la Iglesia, con aquel inflamado amor que palpita en su Corazón. Aun en
la gloria del cielo, lleva en las heridas de sus manos, de sus pies y de su
costado los esplendentes trofeos de su triple victoria: sobre el demonio, sobre
el pecado y sobre la muerte; lleva, además, en su Corazón, como en arca
preciosísima, aquellos inmensos tesoros de sus méritos, frutos de su triple
victoria, que ahora distribuye con largueza al género humano ya redimido. Esta
es una verdad consoladora, enseñada por el Apóstol de las Gentes, cuando
escribe: «Al subirse a lo alto llevó consigo cautiva a una grande multitud de
cautivos, y derramó sus dones sobre los hombres... El que descendió, ese mismo
es el que ascendió sobre todos los cielos, para dar cumplimiento a todas las
cosas»
 [83] Ibíd. 4, 8. 10.

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