miércoles, mayo 31, 2017

MARÍA REINA Y MADRE

MARÍA REINA Y MADRE - Revista Roma N° 99 - Mayo de 1987
El 31 de mayo la Iglesia celebra la fiesta de MARÍA REINA, que instituyó Pío XII, la cual —dijo— ha sido exaltada a los reinos celestes por encima de los coros angélicos. Coronó así lo que expresó la Tradición y la Liturgia y siempre creyó el pueblo cristiano.
El fundamento principal documentado por la Tradición y la sagrada Liturgia en que se apoya la realeza de María es indudablemente su divina maternidad.
Cristo es Rey desde la eternidad
Y Cristo es Rey. El es como dice el Apocalipsis "Rey de reyes y Señor de señores", "el principio de la creación de Dios", principio de la naturaleza, de la gracia y de la gloria.
"Juan da testimonio de El y clama: «De Este dije yo: El que viene después de mí, se me ha adelantado porque El existía antes que yo.» Y de su plenitud hemos recibido todos, a saber, una gracia correspondiente a su gracia".
Santo Tomás comentando los Evangelios en su Catena Áurea dónde debía nacer el Cristo, trae el texto de San Jerónimo: "El sentido de la profecía de Miqueas 5.2 es el siguiente: «Tu Belén, tierra de Judá Efrata... aunque seas una pequeña aldea entre las mil ciudades de Judá, sin embargo de ti nacerá el Cristo que reinará sobre Israel y que será de la familia de David.» El ha nacido de mí antes que fueran los siglos. Por eso el Profeta añade: «Su salida es desde el principio de la eternidad»; porque en el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios".
Comentando a Miqueas dice Straubinger:
"Grandiosa profecía mesiánica, que reúne los fundamentos de la doctrina cristológica: la eternidad y divinidad del Mesías (cf. Prov. 8,22 ss.), su consubstancialidad al Padre, su realeza y su reinado..."
Análogamente canta el salmista: [8]
"Tu trono, oh Dios, es por los siglos
y para siempre;
el cetro de tu reino es vara de justicia.
Tú amas la justicia
y detestas la maldad;
por esto, oh Dios, el Dios tuyo te ungió,
entre todos tus semejantes,
con óleo de alegría."

Sobre este texto así comenta Straubinger: "Obsérvese que aquí [v. 7] y en el v. 8 el Mesías es llamado Dios y que San Pablo utiliza este v. en Hebr. 1,8-9, para demostrar la superioridad de Cristo sobro los ángeles, siendo también uno de los textos citados en la Encíclica de Pío XI acerca de la dignidad de Cristo Rey."
A la diestra de Cristo está la Reina vestida de oro, engendrada antes de toda creatura

Sigue luego el salmo:
"Hijas de reyes vienen a tu encuentro; a tu diestra está en pie la reina, vestida de oro de Ofir."

Pues estrechamente asociada a Cristo Rey está su Madre santísima.
Así Miqueas Profeta en el versículo siguiente:
"Por esto los entregará (a sus enemigos) hasta el tiempo que dará a luz la que ha de dar a luz..."

La Iglesia no separa lo que Dios ha unido, y lo que dice de sí la Sabiduría, dice ella los aplica a la Madre de esa Sabiduría, a la Sedes Sapientiae:
"Yo salí de la boca del Altísimo, engendrada antes de toda creatura."

"Yo hice nacer en los cielos la luz indeficiente, y como una
nube cubrí toda la tierra."

"En los altísimos cielos puse mi morada, y el trono mío sobre
una columna de nubes."

La Iglesia cree lo que reza, pues la ley de la oración es la ley de la creencia.
Todo cuanto existe ha sido creado por Cristo y para Cristo, todo cuanto existe ha sido creado por María y para María.
Así, en la Epístola de las misas de la Inmaculada Concepción y de nuestra Señora del Rosario se reza:
"El Señor me poseyó al principio de sus caminos, antes de
sus obras más antiguas."
"Desde la eternidad fui constituida, desde los orígenes, antes
que existiera la tierra."
"Antes que  los  abismos fui  engendrada ya;  no había  aún
fuentes ricas en aguas."
 

María, medianera universal de todas las gracias
María es la Reina de la Divina Gracia. Dios quiso que todas las gracias que se derraman sobre los hombres y los ángeles pasasen por sus manos. "Con El estaba yo concertándolo todo", rezamos en la misa de su Purísima Concepción.
Y en la Epístola de la Misa Salve Sancta Parens:
"Desde el principio y antes de los siglos recibí yo el ser, y no dejaré de existir en el siglo venidero. En el tabernáculo santo ejercité el ministerio mío ante su acatamiento"...
"Me arraigué en un pueblo glorioso, y en la porción de mi Dios, la cual es su herencia, y mi habitación fue en la multitud de los santos."

Todas las criaturas encuentran la gracia en Ella y por Ella.
"Y ahora hijos oidme: Dichosos aquellos que siguen mis ca­minos" ...
"Porque quien me halla a mí, ha hallado la vida, y alcanza el favor de Yahvé."

Ella es la Madre del Amor Hermoso y dice de sí:
"En mí está toda la gracia del camino y de la verdad, en mí
toda esperanza de vida y de virtud" ... "El que me escucha, jamás tendrá de qué avergonzarse, y los
que se guían por mí, no pecarán."
 

"La gracia y privilegio singular de Dios omnipotente", por la que María "fue preservada inmune de toda mancha de pecado original", como dice la Bula Ineffabilis Deus de Pío IX, fue depositada en las manos de la llena de gracia.
"Todo esto lo hicimos por Ti" parecería decir la Trinidad Santísima al coronarla como Reina y Señora de todo lo creado.
María, Reina de las naciones
Dice Pío XI en  que Cristo es Rey de "todas y cada una de las realidades sociales y políticas del hombre".
La realeza de María está unida y subordinada a la realeza de Crlso. Ella es pues Reina de las naciones.
A María deben pedir las gracias individuos y naciones. Así decía Pío XII:" ¿Qué podrían hacer los cristianos en la hora presente, en la que la unidad y la paz del mundo y aún las fuentes mismas de la vida están en peligro, sino volver la mirada hacia Aquélla que aparece ante ellos revestida del poder real? De la misma forma que Ella envolvió en su manto al divino Niño, primogénito de todas las criaturas y de toda la creación (Colosenses 1,15), dígnese ahora proteger a todos los hombres y a todos los pueblos con su vigilante ternura, dígnese como Sede de la Sabiduría hacer que refulja la verdad de las palabras inspiradas que la Iglesia aplica a Ella: «Por mí reinan los reyes y los jueces administran la justicia». «Por mí mandan los príncipes y gobiernan los soberanos de la tierra» (Prov. 8,15-16)."
El sacrificio latréutico o de adoración:
glorificación infinita de Dios
"Mas la misión más elevada del Hombre-Dios es la glorificación infinita de Dios, que él ha de realizar en sí mismo y en su cuerpo místico; y la realización de la misma es a la par el punto céntrico en torno del cual se concentra toda su actividad; porque mediante esta realización logra para los hombres la reconciliación y el perdón por parte de Dios, pero de tal manera que los hombres reconciliados y agraciados han de unirse a él precisamente como miembros suyos, vivos, en la glorificación de Dios."
"La glorificación más perfecta y real de Dios consiste evidentemente en el sacrificio. Por consiguiente para que el Hombre-Dios realice también del modo más real y perfecto la glorificación infinita de Dios —glorificación que él hizo posible— ha de ofrecer un sacrificio latréutico de valor infinito."
"Digo un sacrificio latréutico; porque el sacrificio latréutico es precisamente el sacrificio en su esencia más íntima y en su supremo significado; todos los demás sacrificios están contenidos en éste, se fundan en éste y se subordinan a él..."
"Así como el servicio de Dios, aun cuando comunica a la criatura un galardón divino, no por ello tiene por fin supremo la dicha de la criatura, sino que la glorificación de Dios es el fin supremo del servicio divino como de la criatura misma colmada de dicha, de un modo análogo el sacrificio de Cristo aun cuando tienda a la reconciliación y perdón de la criatura, no deja de tener al mismo tiempo la razón de ser en su carácter latréutico para glorificación de Dios; y precisamente en ello tenemos que buscar su esencia más íntima y su más alto significado. Sí, nosotros creemos que precisamente el carácter propiciatorio e impetratorio del sacrificio de Cristo sólo se apreciará como es debido si se pondera debidamente su carácter latréutico", dice Scheeben.
En la Cruz, el sacrificio latréutico o de adoración de Cristo llega a su culminación.
Y  María, unida a El, ofrece a la Trinidad Santísima un solo sacrificio.
María Corredentora
Así, engendrada desde toda la eternidad para Madre del Hombre-Dios, al producirse el pecado, Cristo la asoció a su Redención como Co-Redentora.
En el Proto-evangelio (Génesis III, 15) después del pecado de Adán y Eva, Dios no nos promete un Salvador a secas, sino como descendiente de la Mujer, como linaje o simiente de ésta.
Y  Dios pone una enemistad irreconciliable entre la serpiente y la Mujer, entre su linaje y el de Ella.
"Aquí María, juntamente con su hijo, son prometidos antes de la promulgación del juicio contra los padres del género humano y sus descendientes. Se los hace, por lo mismo, intervenir como si no pertenecieran en modo alguno a la raza prevaricadora..."
".. .Por la semilla de la serpiente se entiende no «los pecadores», sino el «pecado mismo», especialmente «el pecado del mundo terrestre», es decir, el pecado de la humanidad según la carta a los Romanos V, 12 y Juan 1,29, donde toda la humanidad aparece sometida al poder del demonio."
Pío XII, al instituir la fiesta de María Reina, cita lo que dice "un piadosísimo discípulo de San Anselmo: «así como Dios (Cristo) creando con su poder todas las cosas, es Padre y Señor de todo, así María reparando con sus méritos todas las cosas es Madre y Señora de todo: Dios (o sea Cristo) es Señor de todas las cosas, porque las ha creado en su propia naturaleza con su imperio, y María es Señora de todas las cosas porque las ha elevado a su dignidad original con la gracia que Ella mereció»
"Esta asociación de Jesús y de María, en el ser y en el obrar, estática y dinámicamente, es tan íntima y total, que una vez establecido que Jesús es Dios, y María una pura criatura, cualquier hipérbole que se emplee para encarecerla, siempre habrá de quedarse más corta que la misma realidad."
Pío XII en su encíclica citada trae sabrosos textos de la Tradición y Liturgia católicas que enaltecen a la Virgen Reina y Madre.
"Oh Madre de Dios, en este día has sido transportada a los cielos en las carrozas de los querubines; Te ofrecen sus servicios los Serafines y los escuadrones de las milicias celestiales ante Ti se prosternan."

Cita también el Papa la antífona "Ave regina caelorum, ave domina angelorum", las letanías lauretanas, el quinto misterio glorioso del Santo Rosario, que cantan la gloria de la Reina de los cielos.
"Tú en fin —canta Sofronio— has superado con mucho toda creatura ... ¿Qué cosa puede existir más sublime que este gozo, oh Virgen Madre? ¿Qué cosa más sublime que esta gracia, que por divina voluntad te ha cabido en suerte?"
Y  San Germán: "Tu honorífica dignidad te coloca en puesto superior a todo lo creado; tu sublimidad te hace superior a los ángeles."
San Juan Damasceno llega a escribir la siguiente expresión: "Es Infinita la diferencia entre los siervos de Dios y su Madre."
Y  digamos con Goicoechea [23] "El imperio de Cristo y de María es el imperio total de la gracia; ni hay gracia que se haya otorgado encriatura alguna independientemente del influjo de Cristo y de su Madre, como no hay nada ni nadie bajo el poder de Dios que se sustraiga al poder de Cristo y de María."
"El universo entero: naturaleza, gracia y gloria; ángeles y hombres, cielos y tierra, todo depende y está sujeto a Cristo y por El a Maria."
Reina no de este mundo pero sí sobre este mundo
Pero la Reina poderosa es una reina clemente y maternal, es Reina y Madre de Misericordia.
Así cuando hace setenta años, en plena Primera Guerra Mundial, Benedicto XV pidió su intercesión para lograr la paz, Ella respondió de inmediato y apareció en Fátima.
"Si se escuchan mis pedidos Rusia se convertirá y habrá paz. Si no, ella esparcirá sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones. Muchos buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas." Pero "al fin mi Inmaculado Corazón triunfará". Son las palabras mismas de la Omnipotencia Suplicante.
Cuarenta años después decía Lucía al Padre Agustín Fuentes:
"Nuestra Señora está muy triste porque no se dio atención a su mensaje de 1917. Ni los buenos ni los malos [ ... ] Padre diga a todos lo que la Señora tantas veces me dice: Muchas naciones desaparecerán de la faz de la tierra. Naciones sin Dios serán el flagelo escogido por Dios para castigar a la humanidad [...]."
"Lo que aflige al Corazón Inmaculado de María y de Jesús es la caída de las almas religiosas y sacerdotales. El demonio sabe que religiosos y sacerdotes, descuidando su excelsa vocación, arrastran muchas almas al Infierno [ ... ] El demonio... les sugiere aún «aggiornar» la vida religiosa [...]."
"Los últimos remedios dados al mundo son el Santo Rosario y la devoción al Inmaculado Corazón de María. Y últimos significa que no habrá otros."
Mas la consagración de Rusia como la Virgen lo pidió: por el Santo Padre en unión con todos los obispos del mundo, no se hizo. El tercer secreto de Fátima, que —según uno de los pocos que lo conocen, el actual obispo de Leiría, Mons. Amaral— versa sobre la crisis en la Iglesia, no se dio a conocer en 1960 o antes, como Ella lo había pedido.
Se prefirió la diplomacia a la gracia. ¡Y qué crisis vimos en la Iglesia después de esa fecha!
En los momentos difíciles que vive nuestra patria, nos alienta la Consagración que de ella hizo al Inmaculado Corazón de María, su entonces Presidente, el General Onganía.
La misma Lucía, escribía al Papa Pío XII, que la protección a Portugal de la Guerra Mundial comenzada hacía un año, "será la prueba, de las gracias que Dios acordaría a otras naciones, si como ella, le fuesen consagradas".
¡AL FIN MI INMACULADO CORAZÓN TRIUNFARÁ!

martes, mayo 30, 2017

                                     SAN FÉLIX I, PAPA


SAN FÉLIX I, PAPA - Vidas de los Santos de A. Butler
 Según el Martirologio Romano y el Liber Pontificalis, Félix I, romano por nacimiento, murió mártir. Pero, casi seguramente, este dato proviene de una confusión con un mártir llamado Félix, que fue sepultado en la Vía Aurelia. De la misma confusión procede el dato del Liber Pontificalis de que el Papa Félix "construyó, en la Vía Aurelia, la iglesia en la que fue sepultado". En realidad sabemos muy poco sobre San Félix. Según parece, ese Pontífice respondió al informe del Concilio de Antioquía sobre la deposición de Pablo de Samosata, quien había comparecido, en Roma, ante el Papa San Dionisio, predecesor de San Félix. Duchesne, Bardenhewer, Harnack y otros especialistas, sostienen que la carta de San Félix que se leyó en el Concilio de Efeso era un documento falsificado por los apolinaristas. La afirmación de que San Félix "decretó que se celebrase la misa sobre las tumbas de los mártires" significa, tal vez, que dicho Papa prohibió la costumbre de dejar un espacio vacío sobre los sepulcros de las catacumbas ("arcosalia"), excepto cuando se trataba de las tumbas de los mártires. De ser así, el sentido del decreto era que sólo podía celebrarse la misa sobre los sepulcros de los mártires. San Félix murió el 30 de diciembre (III kal. jan.) ; sin embargo se le conmemora el 30 de mayo, debido a una confusión entre "jan" y "jun". La "Depositio Episcoporum", que muestra claramente que se trata de un error de fecha, dice que San Félix fue sepultado en el cementerio de Calixto.
Santa María Magdalena de Pazzi,
Religiosa
(Año 1607)
Maria Magdalena Pazzi
Nació en Florencia, Italia, en el año 1556, de la familia Pazzi que dio a la nación famosos políticos y militares y a la Iglesia Católica una de sus más grandes santas. Su padre era gobernador y la internó desde muy pequeña en un convento de monjas. Allí se encariñó grandemente con las prácticas de piedad y con la vida de retiro y espiritualidad.Era muy hermosa y de muy amable trato, y su familia la quería casar con alguno de la alta clase social, pero la jovencita demostraba tan grande inclinación a la vida religiosa que tuvieron que permitirle que se fuera a un convento.Escogió el convento de las Carmelitas porque allá le permitían comulgar con frecuencia. Hizo sus tres votos o juramentos de pobreza, castidad y obediencia antes que las demás novicias, porque le llegó una grave enfermedad que la llevó casi a las puertas de la muerte.Una frase que le impresionó mucho fue aquella de San Pablo que le dijo el sacerdote el día en que le colocó el crucifijo que llevan las religiosas: "A mí líbreme Dios de gloriarme en cualquier otra cosa que no sea la cruz de Jesucristo". Desde ese día se llenó de un inmenso deseo de sufrir por amor a Jesús.Cuando la transportaban a la enfermería después de hacer sus tres votos, Magdalena tuvo su primer éxtasis que le duró más de una hora. Su rostro apareció ardiente, y deshecha en lágrimas sollozaba y repetía: "Oh amor de Dios que no eres conocido ni amado: ¡cuán ofendido estás!". En los siguientes cuarenta días tuvo inmensas consolaciones espirituales y recibió gracias extraordinarias.Los especialistas dicen que cuando un alma se consagra totalmente al servicio de Dios, el Señor le concede al principio muy agradables consolaciones espirituales, a fin de prepararle para los grandes sufrimientos y las terribles pruebas que vendrán después. Luego les llegan días de tinieblas interiores para acabar con todo rastro de egoísmo y llenar el alma de humildad y para convencerse de la gran necesidad que tienen de la ayuda de Dios. Así le sucedió a nuestra santa.Dios le mostró las inmensas ventajas que consiguen para su alma y para la santificación de otras personas, quienes sufren con paciencia. Y desde entonces fue creciendo sin cesar su deseo de sufrir por Cristo y por la conversión de los pecadores. A una religiosa que le preguntaba cómo podía soportar sus dolores sin proferir ni una sola palabra de impaciencia, le respondió: "Pensando y meditando en los sufrimientos que Jesucristo padeció en su santísima Pasión y muerte. Quien mira las heridas de Jesús crucificado y medita en sus dolores, adquiere un gran valor para sufrir sin impacientarse y todo por amor a Dios".
Santa María Magdalena de Pazzi escogió un lema o programa de vida que se ha hecho famoso. Decía así: "No morir, sino sufrir". "Ni morir ni curar, sino vivir para sufrir". Y repetía "Oh, si la gente supiera cuán grandes son los premios que se ganan sufriendo por amor a Jesucristo, todos aceptarían con verdadero gozo sus sufrimientos, por grandes que sean".Después de uno de sus éxtasis contaba: "Vi el amor inmenso que nos tiene Nuestro Señor y vi también que las almas que ofrecen sus sufrimientos uniéndolos a los sufrimientos de Cristo se vuelven inmensamente hermosas. ¡Oh, si las gentes supieran lo mucho que ganan cuando ofrecen a Dios sus padecimientos!".En medio de su éxtasis hablaba con un ser invisible, y abrazando su crucifijo, con rostro brillante exclamaba: "Oh Jesús mío: concédeme palabras eficaces para convencer al mundo de que tu amor es grande y verdadero y que nuestro egoísmo es engañoso y tramposo".Y en sus conversaciones buscaba siempre almas que quisieran dedicar su vida entera a amar a Jesucristo y ofrecer por El todos los sufrimientos de cada día y de cada hora, con todo el amor de su espíritu.Le aparecieron en sus manos y en pies los estigmas o heridas de Cristo Crucificado. Le producían dolores muy intensos, pero ella se entusiasmaba al poder sufrir más y más por hacer que Cristo fuera más amado y más obedecido y por obtener que más almas se salvarán.Tres religiosas, encargadas por el director espiritual escribían lo que ella iba diciendo, especialmente las revelaciones que recibía durante su éxtasis. Y de todo esto salió el libro titulado "Contemplaciones", que llegó a ser un verdadero tratado de teología mística. San Alfonso de Ligorio apreciaba inmensamente este libro y en sus obras lo cita muchísimas veces.Martirizada en su cuerpo por heridas dolorosísimas, cuando los dolores se volvían insoportables, ella pedía valor al Señor diciéndole: "Ya que me has dado el dolor, concédeme también el valor". Y recibía fuerzas sobrenaturales para seguir sufriendo sin impacientarse ni quejarse.Además de los dolores físicos le llegó lo que los santos llaman "La noche oscura del alma". Una cantidad impresionante de tentaciones impuras. Sentimientos de tristeza y desgano espiritual. Falta de confianza y de alegría. Sufría de violentos dolores de cabeza y se paralizaba frecuentemente. La piel se le volvía tan sensible que el más leve contacto le producía una verdadera tortura. Pero en medio de tantos suplicios seguía repitiendo: "Ni sanar ni morir, sino vivir para sufrir".Veía el futuro y leía los pensamientos. A Alejandro de Médicis le dijo que un día sería Sumo Pontífice pero que duraría poco en el cargo, y así sucedió. Se bilocaba, o sea se aparecía a gentes que estaban muy distantes y les llevaba mensajes. Curó varios enfermos. Los viernes sufría varios de los dolores que Cristo padeció el Viernes Santo. Y repetía siempre: "Señor: ¡hágase tu santa voluntad!". Al morir quedó bella y sonrosada. Tenía apenas 41 años. Su cuerpo se conserva todavía incorrupto en el convento carmelita de Florencia donde pasó su vida.

domingo, mayo 28, 2017

DOMINGO INFRAOCTAVA DE LA ASCENSIÓN


Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré del Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. Y vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas, y llegará la hora en que todo el que os mate piense que rinde servicio a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue dicha hora, os acordéis de que ya os lo había dicho.


Domingo Infraoctava de la Ascensión o Domingo de los Testigos..., que significa Mártires...

Domingo del testimonio por el martirio...; para lo cual es necesaria la virtud de fortaleza.

El día de la Ascensión, terminamos nuestras reflexiones con el texto de la Antífona del Magnificat de las Segundas Víspera: Oh Rey de la Gloria y Señor de los ejércitos, que Te has elevado hoy triunfalmente sobre todos, los cielos; no nos dejes huérfanos, sino envía al Prometido del Padre, al Espíritu de Verdad.

Ninguna nota melancólica percibimos en la Liturgia de la Ascensión. Toda ella respira aires de triunfo.

Sólo al atardecer, cuando las tinieblas se disponen a cubrir la tierra con su lúgubre manto, comienza la Iglesia a sentir los primeros latidos de la añoranza.

El himno vibrante de gloria de ese espléndido Jueves cede su lugar a notas de una modulación más dulce y expresiva, a un final menor. Esto parece indicarnos la antífona que venimos de citar con su sentida súplica: Oh Rey de la Gloria y Señor de los ejércitos... no nos dejes huérfanos... envía al Espíritu de Verdad.

La Iglesia continúa durante todos los días de la presente Octava repitiendo esta tan dulce oración.

Con ella podemos caracterizar los sentimientos de la Iglesia reunida en el Cenáculo. El júbilo de la Ascensión, aunque sin disminuir, va dando lugar a sentimientos más líricos, una dulce melancolía, producida por el ansia de ver al Salvador.

La Misa de hoy, ya desde su comienzo, es la prueba más palpable de esta aserción.

Obedeciendo a nuestros repetidos clamores en el Introito, aparece el Deseado de las Naciones: No os dejaré huérfanos —nos dice—; voy, y volveré a vosotros, y se alegrará vuestro corazón, se llenará, de gozo (Aleluya). Os enviaré mi Espíritu, y por Él viviré en vosotros. Cuando llegue ese momento, Él dará testimonio de Mí. Y también vosotros daréis testimonio, vivificados y robustecidos por el mismo Espíritu (Evangelio).

¡Qué palabras tan alentadoras! Llenos de la seguridad que respiran, exclamemos con la Iglesia: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el protector de mi vida, ¿ante quién temblaré?

Comprendemos que los Discípulos, congregados en el Cenáculo, tenían presente las tristes predicciones del Maestro acerca del porvenir que les esperaba. Era también muy lógico que, al verse solos y sin la compañía del Maestro, aumentara su temor.

Y vosotros daréis testimonio... Os expulsarán de las sinagogas ... Llegará la hora en que todo el que os mate piense que rinde servicio a Dios...

Jesús les consuela prometiéndoles que su Espíritu les dará valor para afrontar cuantos peligros les presente el mundo: Cuando venga el Paráclito, Él dará testimonio de mí...

Oh Rey de la Gloria y Señor de los ejércitos... no nos dejes huérfanos... envía al Espíritu de Verdad.

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¿Y nosotros? También cobran cuerpo en nuestra mente los obstáculos que en la vida nos vemos obligados a superar. Conocemos su magnitud, y apreciamos asimismo nuestra flaqueza.

Sabemos que el mundo responde a nuestra profesión de fe y entusiasmo por Cristo con sonrisas burlonas, cuando no con insultos o la más cruel persecución.

Hasta los propios nuestros nos motejan de exaltados, exagerados, fanáticos.

Para luchar contra tanto enemigo y dominar en nosotros la aprensión por las burlas, la preocupación por el aislamiento y la soledad, el temor a los tormentos y hasta el terror ante la muerte, necesitamos un pecho broncíneo (no bronceado...), valor de soldados, coraje de confirmados con el Santo Crisma...

¿Quién nos infundirá este valor? Precisamente, el Espíritu Santo por su don de fortaleza.

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También tenemos experiencia de nuestra natural desidia, que nos inclina a la molicie; de nuestros bajos apetitos, que pugnan por ser satisfechos; de nuestras pasiones, que corren ciegas tras su objeto.

¿Quién neutralizará ese poder mágico de la carne y del rebelde espíritu que se inclina por las cosas del mundo? El Espíritu Santo por su don de fortaleza.

Todavía existe, en fin, un terribilísimo enemigo. Es el demonio, que con sus mañas sabe atacar por el lado más flaco; que entiende a las mil maravillas el arte de provocar con su pestífero aliento el devastador incendio de nuestras pasiones; que logra a veces emponzoñarnos con su espíritu de soberbia...

¿Quién nos robustecerá contra tan astuto enemigo? El Espíritu Santo por su don de fortaleza.

A rogar, pues. A impetrarlo del Cielo, convencidos de la necesidad que tenemos de Él para robustecer nuestra pusilanimidad.

Si en los siete días que nos separan de la solemnidad de Pentecostés, nos proponemos meditar y pedir cada día un don especial, sea el día de hoy consagrado al don de fortaleza.

No nos cansemos de implorarlo del bondadoso Corazón de Jesús: no nos dejes huérfanos, Señor, sino envíanos al Prometido del Padre, para que nos robustezca con el don de fortaleza.

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Meditemos, una vez más, sobre aquellas palabras del Padre Castellani, tan apropiadas al tema de hoy, Domingo del testimonio por el martirio.

El gran escollo del hombre ético es el dolor; no se entiende bien el dolor.

Se entiende el dolor como castigo de faltas, como estímulo para la lucha, como alimento vital de la energía; pero no se entiende el dolor sin esperanza, el dolor sin compensación, el dolor perpetuo.

El hombre ético hoy día sucumbe al dolor; a semejanza de "la semilla que cayó entre zarzas, que prendió y creció, pero al final las zarzas la ahogaron". Esto no lo entiende bien el hombre ético, que sucumbe a la persecución.

El hombre religioso sufre persecución; y su vida está bajo el signo del dolor; no del dolor como accidente o prueba pasajera, sino del dolor como estado permanente, estado interno, más allá de la dicha y la desdicha.

No se trata de que los católicos amen "el dolor por el dolor", o enseñen que hay que buscar el dolor; pues no hay que buscar el dolor; es una cosa diferente.

Pero, ¿por qué? Porque la vida del hombre religioso, está dominada por la Fe.

La Fe es algo así como un injerto de la Eternidad en el Tiempo; y por tanto la vida del hombre de fe tiene que ser una lucha interna continua, como la de un animal fuera de su elemento.

La Fe es creer lo que Dios ha revelado; y lo que Dios ha revelado es superior al entendimiento del hombre.

Fortaleza significa valentía y se define como “la aptitud para acometer peligros y soportar dolores”.

La cobardía puede ser pecado mortal y Jesucristo tiene verdadera inquina a la cobardía. En el Apocalipsis San Juan enumera una cantidad de condenados al fuego, y entre ellos pone “los mentirosos y cobardes”, que faltan a la Justicia y a la Fortaleza.

La falsificación liberal de la Fortaleza consiste en admirar el coraje en sí, con prescindencia de su uso, o sea, prescindiendo de la Prudencia y de la Justicia. Pero el coraje aplicado al mal no es virtud, es una calamidad, es “la palanca del Diablo”, dice Santo Tomas.

El coraje en sí puede ser una cualidad natural, una especie de furor temperamental, una ceguera para ver el peligro, o una estolidez en soportar males que no se deben soportar.

La Fortaleza no excluye el miedo, solamente lo domina; al contrario, ella está fundamentada en un miedo, en el miedo profundo del mal definitivo, de perder la propia razón de ser.

La Fortaleza se basa en que el hombre es vulnerable. La Fortaleza consiste en ser capaz de exponerse a las heridas y a la muerte (el martirio, supremo acto de la virtud de Fortaleza) antes de soportar ciertas cosas, de tragar ciertas cosas y de hacer ciertas cosas.

No existiría la Fortaleza o Valentía si no existiera el miedo: “el miedo es natural en el prudente, y el saberlo vencer es ser valiente”; y tampoco si no existiera la vulnerabilidad.

La virtud de la Valentía no supone no tener miedo; al revés, supone un supremo miedo al último y definitivo mal, y el miedo menor a los males de esta vida captados en su realidad real; de acuerdo a la palabra de Cristo: “No temáis tanto a los que pueden quitar la vida del cuerpo; temed más al que puede condenar para siempre cuerpo y alma”. No dice: “No temáis nada”, porque eso es imposible: el prudente naturalmente teme los males naturales captados en su realidad real, no en imaginaciones...

Dice Cristo: “temed menos”, y, en caso de conflicto, que el temor mayor venza al menor, impidiéndonos “perder el alma”, aun a costa de perder la vida.

De ahí que los dos actos precipuos de la Fortaleza sean acometer y aguantar; y este último es el principal; dice Santo Tomás inesperadamente.

¿Cómo? ¿No es mejor siempre la ofensiva que la defensiva, la actividad que la pasividad? Santo Tomás parece apocado, parece aconsejar agacharse y aguantar más bien que atacar; y el mundo siempre ha tenido el ataque por más valeroso que el simple aguante.

Santo Tomás tiene por más a la Paciencia que al Arrojo; pero no excluye el Arrojo cuando es posible, al contrario; con otra proposición paradojal dice que la Ira trabaja con la Fortaleza y hace parte de ella.

En la condición actual del mundo, en que la estupidez y la maldad tienen mucha fuerza, hay muchos casos en que no hay chance de lucha; y aun para luchar bien se necesita como precondición la paciencia; y a veces el sacrificio.

El acto supremo de la virtud de la Fortaleza es el martirio, pero la Iglesia ha llamado siempre al martirio "triunfo" y no derrota.

La paciencia consiste formalmente en no dejarse derrotar por las heridas, o sea, no caer en tristeza desordenada que abata el corazón y perturbe el pensamiento; hasta hacer abandonar la Prudencia, abandonar el bien o adherir al mal; y en eso se ejerce una actividad enorme.

“Soportar es más fuerte que atacar”.

Otra vez volvemos los ojos al error moderno y plebeyo; considerar la paciencia como la actitud lacrimosa y pasiva del “corazón destrozado”, que dicen. Al contrario, la paciencia consiste en no dejarse destrozar el corazón, no permitir al Mal invadir el interior. Por tanto en el fondo se basa en la convicción o en la fe en la última “invulnerabilidad”, en la inmunidad definitiva.

Pase lo que pase, al fin voy a vencer, cree el cristiano; y hasta el fin nadie es dichoso. Aunque sea a través de la muerte, si es inevitable; pero si no es inevitable, no. De donde se ve que la Paciencia pende de la virtud de la Esperanza sobrenatural, lo mismo que la Fortaleza, y no del apocamiento y la debilidad.

La paciencia no consiste en el sufrir, sino en el vencer el sufrimiento. Sufrir y aguantar no es lo mismo: aguantar es activo, y es pariente de "aguardar" y "aguaitar".

Con razón dice el filósofo Pieper que la Fortaleza o Valentía atraviesa los tres órdenes humanos, el Preorden, el Orden, y el Superorden, y está integrada en ellos.

El Preorden en este caso es el coraje natural, el instinto de agresión, en el varón sobre todo, y de resistencia, en la mujer sobre todo; que lo poseen lo mismo el ser humano que el león o el mastín, y depende mucho del cuerpo, temperamento y temple.

El Orden es el coraje ordenado por la razón y devenido valentía o valor.

El Superorden es la virtud moral de la Fortaleza, pendiente de la virtud supernatural de la Esperanza, la cual informa a los otros dos órdenes y los robustece o se los incorpora; de tal modo que puede darse un hombre tímido, cansado, entristecido y cortado de lo natural, que haga grandes actos de fortaleza en virtud de lo sobrenatural.

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Para concluir esta disertación sobre el testimonio y el martirio, y preparando la Fiesta de Pentecostés, detengamos nuestra atención sobre otro texto ya citado, esta vez del Padre de Chivré:

La hora se volvió propicia para la tentación… Las dudas, los cansancios, las tibiezas, como un enjambre de desdichas alrededor de nuestro corazón, bordonean los aires fúnebres de su desaliento: “es demasiado duro, es demasiado largo, es demasiado doloroso, es demasiado doloroso”

Es en la paciencia que es necesario poseer su alma; y los tres cuartos de los cristianos lo olvidaron; y esto explica las traiciones y las defecciones…

Sustinere, sostener, soportar, con alegría, en la esperanza y con la sonrisa de la alegría.

La Confirmación puso en nuestra inteligencia razones de “aguantar la vida”; razones de dominarla.

El cristiano soporta con suavidad. En las condiciones más irritantes para su temperamento, continúa con su deber.

El fuerte soporta con bondad mientras Dios quiera; y esta valentía da a su alma su libertad de acción.

El fuerte no habla sino a Dios de sus miserias; ve más allá de la prueba; su mirada llega mucho más allá de sus lágrimas; nublado por los llantos, pero encendido por la fe, posee esta indefinible expresión de suavidad muda y de indomable energía: se confirma en la paciencia.

Pero muy pocos comprenden eso, muy pocos; y por eso es que muchos son llamados a espléndidas santidades, pero pocos son los elegidos.

* Allí donde vemos de razones para cesar, el Espíritu Santo ve razones para seguir…

* Allí donde buscamos razones para huir de nosotros mismos, el Espíritu Santo ve razones para permanecer…

* Allí donde quisiéramos encontrar razones para ceder, el Espíritu Santo ve razones para resistir…

* Allí donde el sufrimiento clama a la rebelión, el Espíritu de amor convoca a la aceptación…

No tengáis miedo pequeño rebaño... Sigue sosteniendo los derechos de Dios, reprime todo temor, reprime todo miedo, antes que vosotros, yo conocí eso de puños alzados en torno mío en el Calvario, escuché el “tolle… tolle” de las burlas, de las injurias...

Defended la Verdad, y que vuestra fuerza de alma alcance su plena medida, aceptando los golpes de la adversidad.

No desconozcáis las legítimas audacias al servicio de las legítimas defensas; las exigencias de los derechos de la Verdad reclaman de vuestra parte el valor y el coraje que arremete cuando es necesario defenderlos.

Pero, una vez cumplido este deber, no desechéis la valentía, el temple y la impavidez que soporta…

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Y como escribiera Donoso Cortés:

“No te canses en buscar asilo seguro contra los azotes de la guerra, porque te cansas vanamente; esa guerra se dilata tanto como el espacio, y se prolonga tanto como el tiempo. Sólo en la eternidad, patria de los justos, puedes encontrar descanso; porque solo allí no hay combate.
No presumas, empero, que se abran para ti las puertas de la eternidad si no muestras antes las cicatrices que llevas; aquellas puertas no se abren sino para los que combatieron aquí los combates del Señor gloriosamente, y para los que van, como el Señor, crucificados”.

sábado, mayo 27, 2017

 San Beda El Venerable
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Historiador y doctor de la Iglesia, nació en 672 ó 673 y murió en 735. En el último capítulo de su gran obra sobre la "Historia Eclesiástica del Pueblo Inglés", Beda nos contó algo de su propia vida, prácticamente todo lo que sabemos de él. Sus palabras, escritas en 731, cuando su muerte no estaba demasiado lejos, no sólo muestran la sencillez y piedad características del hombre, sino que arrojan luz sobre la composición de la obra por la cual se le recuerda mejor en todo el mundo. Escribió así: 

Y es así que, muy interesado en la historia eclesiástica de Bretaña, especialmente en la raza de los ingleses, yo, Beda, sirviente de Cristo y sacerdote del monasterio de los benditos apóstoles San Pedro y San Pablo, el cual se encuentra en Wearmouth y Jarrow (en Northumbria), con la ayuda del Señor he compuesto, cuanto he logrado recabar de documentos antiguos, de las tradiciones de los ancianos y de mi propio conocimiento. Nací en el territorio del monasterio ya mencionado, y a la edad de siete años fui dado, por el interés de mis familiares, al reverendísimo abad benedictino Biscop, y después a Ceolfrid, para recibir educación. Desde entonces he permanecido toda mi vida en dicho monasterio, dedicando todas mis penas al estudio de las Escrituras, a observar la disciplina monástica y a cantar diariamente en la iglesia, siendo siempre mi deleite el aprender, enseñar o escribir. A los diecinueve años, fui admitido al diaconado, a los treinta al sacerdocio, ambas veces mediante las manos del reverendísimo obispo Juan [san Juan de Beverley], y a las órdenes del abad Ceolfrid. Desde el momento de mi admisión al sacerdocio hasta mis actuales 59 años me he esforzado por hacer breves notas sobre las sagradas Escrituras, para uso propio y de mis hermanos, ya sea de las obras de los venerables Padres de la Iglesia o de su significado e interpretación.
Después de esto, Beda inserta una lista de Indiculus, de sus anteriores escritos y, finalmente, termina su gran obra con las siguientes palabras:
Y os ruego, amoroso Jesús, que así como me habéis concedido la gracia de tomar con deleite las palabras de vuestro conocimiento, me concedáis misericordiosamente llegar a ti, la fuente de toda sabiduría, y permanecer para siempre delante de vuestro rostro.
Es evidente, en la carta de Beda al obispo Egberto, que el historiador visitaba ocasionalmente a sus amigos durante algunos días, alejándose del monasterio de Jarrow; pero salvo esas raras excepciones, su vida parece haber transcurrido como una pacífica ronda de estudios y oración dentro de su propia comunidad. El cariño que ésta le tenía queda manifiesto en el conmovedor relato de la última enfermedad y la muerte del santo, legada a nosotros por Cuthbert, uno de sus discípulos. Su búsqueda del conocimiento no fue interrumpida por su enfermedad y los hermanos le leían mientras él estaba en cama, pero la lectura era reemplazada constantemente por las lágrimas. "Puedo declarar con toda verdad," escribe Cuthbert sobre su amado maestro, "que nunca vi con mis ojos, ni oí con mis oídos a nadie que agradeciera tan incesantemente al Dios vivo. Incluso el día de su muerte (la vigilia de la Ascensión de 735) el santo estaba ocupado dictando una traducción del Evangelio de San Juan. Al atardecer, el muchacho Wilbert, que la estaba escribiendo, le dijo: “Hay todavía una oración, querido maestro, que no está escrita.” Y cuando la hubo entregado, y el muchacho le dijo que estaba terminada, "Habéis hablado con verdad…", contestó Beda, "…está terminada. Tomad mi cabeza entre vuestras manos, pues es de gran placer sentarme frente a cualquier lugar sagrado donde haya orado, así sentado puedo llamar a mi Padre.” Y así, sobre el suelo de su celda, cantando "Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo", y el resto, exhaló su último aliento.
El calificativo Venerabilis parece haber sido agregado al nombre de Beda antes de haber transcurrido las dos generaciones posteriores a su muerte. Por supuesto, no existe una autoridad anterior que corrobore la leyenda repetida por Fuller acerca del “monje torpe” que al componer un epitafio sobre Beda se quedó sin palabras para completar la frase Hac sunt in fossa Bedae… ossa y a la mañana siguiente se encontró con que los ángeles habían llenado el espacio con la palabra venerabilis. El calificativo es utilizado por Alcuin, Amalarius y al parecer por Paulo el Diácono, y el importante Consejo de Aachen de 835 lo describe como venerabilis et modernis temporibus doctor admirabilis Beda. Este decreto se mencionaba especialmente en la petición que el Cardenal Wiseman y los obispos ingleses enviaron a la Santa Sede en 1859, rogando que Beda fuera declarado Doctor de la Iglesia. El tema ya había sido discutido antes de la época de Benedicto XIV, pero no fue hasta el 13 de noviembre de 1899 que León XIII decretó que el 27 de mayo toda la Iglesia debía celebrar la fiesta del Venerable Beda, con el título de Doctor Ecclesiae. Durante toda la Edad Media se había celebrado en York y en el Norte de Inglaterra el culto local al Santo Beda, pero la fiesta no era tan popular en el sur, donde se seguía la Liturgia de Sarum.
La influencia de Beda entre los eruditos ingleses y extranjeros fue muy grande, y probablemente habría sido mayor si los monasterios del norte no hubieran sido devastados por las invasiones Danesas menos de un siglo después de la muerte de Beda. En innumerables formas, pero especialmente por su moderación, amabilidad y gran visión, Beda se distingue entre sus contemporáneos. En lo referente a erudición, indudablemente fue el hombre más sabio de su tiempo. Una característica muy notable, observada por Plummer (I, p. HSI), es su sentido de propiedad literaria, una particularidad extraordinaria en esa época. Él mismo anotaba escrupulosamente en sus escritos los pasajes que había tomado prestados de otros e incluso rogaba a los copistas de sus obras que conservaran las referencias, una recomendación a la que ellos pusieron muy poca atención. A pesar de lo elevado de su cultura, Beda aclara repetidamente que sus estudios están subordinados a la interpretación de las Escrituras. En su "De Schematibus" lo dice así: “Las Sagradas Escrituras están sobre todos los demás libros, no sólo por su autoridad Divina, o por su utilidad pues son una guía hacia la vida eterna, sino también por su antigüedad y su forma literaria” (positione dicendi). Tal vez el mayor tributo al genio de Beda es que con una convicción tan desprovista de compromiso y tan sincera de que la sabiduría humana es inferior, haya podido adquirir tanta cultura verdadera. Aunque el Latín fue para él una lengua todavía viva, y aunque no parece haber volteado conscientemente hacia la Era de Augusto de la Literatura Romana que preservaba modelos más puros de estilo literario que la época de Fortunato o San Agustín, ya sea por genio natural o por el contacto con los clásicos, Beda es extraordinario por la relativa pureza de su lenguaje y también por su lucidez y sobriedad, especialmente en temas de crítica histórica. En todos estos aspectos presenta un marcado contraste con san Aldhelm quien se aproxima más al tipo Celta.

Obras y Ediciones

Nunca se ha publicado una edición de las obras completas de Beda basada en el cotejo cuidadoso de los manuscritos. El texto impreso por Giles en 1884 y reproducido por Migne (XC-XCIV) muestra pocas o ninguna mejora con respecto a la edición básica de 1563 o la edición de Colonia de 1688. Por supuesto, a Beda se le recuerda principalmente como historiador. Su gran obra, "Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum" (Historia eclesiástica del pueblo inglés), que relata el cristianismo en Inglaterra desde sus inicios hasta la época de Beda, es la base de todos nuestros conocimientos acerca de la historia británica –una obra maestra elogiada por los eruditos de todas las épocas. Plummer produjo una edición de esta obra, de la "Historia Abbatum" (Historia de los Abades) y la "Carta a Egberto", que con toda justicia puede llamarse la versión final (2 volúmenes, Oxford, 1896). En la introducción, Plummer ilustró admirablemente la extraordinaria diligencia de Beda para la recopilación de documentos y su uso crítico de ellos (págs. XLIII-XLVII). La "Historia de los Abades" (de los monasterios gemelos de Wearmouth y Jarrow), la "Carta a Egberto", las vidas en verso y prosa de "San Cuthbert", y otras obras de menor tamaño, también tienen gran valor por la luz que arrojan sobre el estado del cristianismo en Northumbria en la época de Beda. La "Historia Eclesiástica" fue traducida al anglosajón a petición del Rey Alfredo. Desde entonces se ha reproducido con frecuencia, notablemente por T. Stapleton, quien la imprimió en 1565 en Amberes como arma controversial contra los teólogos de la Reforma en el reino de Elizabeth. El texto en latín apareció por primera vez en Alemania en 1475. Vale la pena hacer notar que en Inglaterra no se imprimió ninguna edición, ni siquiera la latina, antes de 1643. El texto más preciso de Smith vio la luz en 1742.
Los tratados cronológicos de Beda "De temporibus liber" y "De temporum ratione" (Sobre el cálculo del tiempo) también contienen resúmenes de la historia general del mundo desde la creación hasta el 725 y el 703, respectivamente. Estas porciones históricas fueron editadas satisfactoriamente por Mommsen en la "Monumenta Germaniae historica" (1898), y pueden encontrarse entre los especímenes más antiguos de este tipo de cronología general, por lo que han sido copiados e imitados en gran medida. La obra topográfica "De locis santis" (Sobre los lugares santos) es una descripción de Jerusalén y los lugares santos basada en Adamnan y Arculfus. En 1898, la obra de Beda fue editada por Geyer en "Itinera Hierosolymitana" para el "Corpus Scriptorum" de Viena. El hecho de que Beda compiló un martirologio lo sabemos por él mismo, pero la obra que se le atribuye en extensos manuscritos ha sido tan complementada que es muy difícil saber exactamente que escribió.
En su propia opinión, y en la de sus contemporáneos, las obras exegéticas de Beda fueron las más importantes, pero la lista es demasiado larga para describirla en este documento. Entre dichas obras se encuentra un comentario sobre el Pentateuco completo, así como sobre algunas partes seleccionadas. También hay comentarios sobre los libros de Reyes, Esdras, Tobías, El Cantar de los Cantares, etcétera. En el nuevo testamento, interpretó a san Marcos, san Lucas, los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas y el Apocalipsis; pero la autenticidad del comentario de san Mateo, impreso con su nombre, es más que dudosa. (Plaine en "Revue Anglo-Romaine", 1896, III, 61). Las homilías de Beda toman la forma de comentarios sobre el evangelio. La colección de 50 (divididas en dos libros) atribuidas a Beda por Giles (y Migne) son en su mayoría auténticas, pero se sospecha de la autenticidad de unas cuantas. (Morin en "Revue Bénédictine", IX, 1892, 316).
Beda menciona varios escritos didácticos en la lista que nos dejó de sus obras. La mayoría de ellos aún se conservan y no hay razón para dudar de su autenticidad. Sus tratados de gramática "De arte metricâ" y "De orthographiâ" han sido editados adecuadamente en tiempos modernos por Keil en su "Grammatici Latini" (Leipzig, 1863). Sin embargo, las obras más grandes "De natura rerum", “De temporibus", “De temporium ratione", alrededor que tratan sobre ciencia, como era entendida en ese entonces, y especialmente sobre cronología, nos han llegado solamente a través de tres textos poco satisfactorios de los editores más antiguos y Giles. Más allá de la vida métrica de san Cuthbert y algunos versos incorporados a la "Historia Eclesiástica", no poseemos mucha poesía que pueda ser atribuida con toda certeza a Beda, pero al igual que otros eruditos de su época, seguramente escribió una buena cantidad de versos. El mismo menciona su "libro de himnos" compuesto con diferentes métricas o ritmos. De manera que Alcuin dice de él: Plurima versifico cecinit quoque carmina plectro. Es posible que el más corto de sus dos calendarios médicos impresos entre sus obras sea genuino. El Penitencial atribuido a Beda, aunque aceptado como genuino por Haddan, Stubbs y Wasserschleben, probablemente no sea suyo (Plummer, I, 157).




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