Los santos de los tres primeros siglos fueron mártires, hasta San Martín, primer confesor a quien la Iglesia ha honrado en Occidente. Nota Durando que la Liturgia le asigna un puesto igual al de los Apóstoles.
San Martín nacido en Sabarina (Hungría) y vino a las galias como soldado, siendo aún catecúmeno y junto a las puertas de Amiens, rasgó su clámide y dió parte de ella a un pobre que le pedía limosna en nombre de Cristo. De ahí que la noche siguiente se le apareció el mismo Cristo vestido con el trozo de su manto y le dijo: "Martín, aunque simple catecúmeno, me has cubierto con este vestido".
A los 18 años recibió el bautismo he hízose discípulo de San Hilario, el gran Obispo de Poiters. Entonces levanto en sus cercanías y en el desierto de Ligugé un monasterio, retirándose a él con algunos discípulos y siendo así el fundador del monacato en Francia.
Mas no quería Dios que luz tan esplendorosa quedara escondida bajo el celemín. San Martín sacado de su soledad, fue creado Obispo de Tours. Por entonces fue cuando fundó a Marmoutier, o sea, el gran monasterio, a donde solían retirarse a fin de vivir menos con el mundo.
Por fin murió en el año 397, cuando contaba más de 80 años, gastados todos ellos en procurar la gloria de Dios y la salvación de las almas. En su sepulcro se obraron milagros sin cuento entre las gentes que junto a él se apiñaban, hasta el punto que Gregorio Turonense, su sucesor, no haya dudado en llamar a este Santo taumaturgo y Patrón celestial del Mundo Entero. Pocos Santos han sido tan populares como él. Soló en Francia ha tenido dedicadas nada menos que 4.000 iglesias parroquiales y 485 pueblos llevan todavía su nombre.
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