lunes, junio 16, 2014

Mes de Junio Dedicado al Sagrado Corazón de Jesús



Cada Día
Acto de Contrición

¡Dulcísimo Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estás vivo e inflamado de amor por nosotros! Aquí nos  tenéis en vuestra presencia, pidiéndonos perdón de nuestra culpa e implorando vuestra misericordia. Nos pesa ¡oh buen Jesús! de haberos ofendido, por ser Vos tan bueno que no merecéis tal ingratitud. Concedednos luz y gracia para meditar vuestras virtudes y formar según ellas nuestros pobre corazón. Amén.

Día 16

EN EL SAGRADO CORAZÓN 
HALLAREMOS LA FUENTE DE LA ALEGRÍA 


I
Servid a Dios con alegría, dicen los Libros Santos, y en efecto, la alegría del corazón ha sido siempre el distintivo de los verdaderos servidores de Dios. Los Santos, en medio de sus más rigurosas austeridades, han sido alegres. Nunca la tristeza fué virtud, sino más bien tentación y peligro para el alma cristiana. 
Pero ¿dónde encontraremos verdadera alegría? Causas de turbación y tristeza las hallamos por doquier, y parece punto menos que imposible substraerse a ellas. ¡Ah! Volemos, volemos a depositar nuestras congojas en el adorable Corazón de Jesús. 
¡Oh Jesús mío! Mi alma tiene necesidad de Vos, para sacudir el peso abrumador de sus perpetuas tristezas. Vos lo habéis dicho en otra ocasión: "Alegrate hijo de Sión, porque esta en medio de ti el Santo de Israel".

Medítese unos minutos.

II

Todos buscamos la alegría; pero erramos por el común el camino para encontrarla. El mundo la promete continuamente, pero bien sabe él que no la puede dar. Sus alegrías son ruidosas y alborotadas, pero ni llenan el corazón, ni duran más breves momentos. El rostro de los mundanos es casi siempre como una máscara alegre, que oculta un corazón devorado por el tedio y el desasosiego y quizá por el remordimiento. El gozo interior es únicamente propiedad de la buena conciencia. El alma del gran San Francisco Javier en medio de sus fatigas apostólicas sentíase tan inundada de él, inundada de él, que lo obligaba a exclamar: "Basta Señor, basta, basta". Cuando, pues, nos hallemos tristes, examinemos nuestro corazón y veremos que siempre nace nuestra tristeza de alguna secreta falta de virtud. 
¡Hablad, oh Dios mío, a mi alma con aquella voz conmovedora, y se estremecerán de júbilo mis entrañas, y disfrutare ya en este mundo anticipadas las alegrías del paraíso! 

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