martes, marzo 12, 2013

IV Domingo de Cuaresma


Santo Evangelio según San Juan 6, 1-15
Se toma la Homilía comentando el libro del Éxodo 3, 1-15.
Sermón de San Basilio el Grande.

Sabemos que Moisés subió al monte fortalecido por el ayuno, ya que a la verdad no se hubiera atrevido a subir a la cumbre que estaba humeando, ni a penetrar en la nube, si el ayuno no le hubiese dado fuerzas. Mediante el ayuno recibió los mandamientos divinos escritos por el dedo de Dios en las tablas. Del mismo modo sobre el monte, el ayuno le obtuvo el don de la Ley; pero al pie del monte la gula condujo el pueblo a la idolatría, y le manchó con el pecado. “El pueblo todo se sentó para comer y beber, y se levantaron para divertirse”. La embriaguez del pueblo inutilizó por completo en un solo día a los cuarenta días de trabajo y perseverancia del siervo de Dios, pasados en continua oración y ayuno. Las tablas escritas por el dedo de Dios, que mereció el ayuno, quebrólas la embriaguez. Pues creyó el Santo Profeta que un pueblo entregado al vino era indigno de recibir la ley de Dios.
En un momento, por causa de la gula, aquel pueblo formado por Dios con las más admirables prodigios, quedó esclavo de las más vergonzosas idolatría de los Egipcios. Por lo cual, si comparas ambas cosas verás,  que el ayuno conduce a Dios, y que los placeres causan la perdición. Si no ¿Cuál fue la causa de la ruina y esclavitud de Esaú? ¿acaso no fue aquel manjar por el que vendió su primogenitura? ¿acaso no fue también por el ayuno que la oración de Ana fue atendida, y le fue concedido Samuel? ¿Qué hizo invisible al fortísimo Sansón? ¿por ventura no fue el ayuno, en el que fue concebido en el seno de su madre? El ayuno le concibió, el ayuno le alimento, el ayuno le hizo varón fortísimo. El Ángel había ordenado prudentemente a la madre que no tocara nada procedente de la viña y que no bebiera vino ni tampoco sidra. El ayuno, que engendró a los profetas, fortalece y corrobora a los que son fuertes.
El ayuno hace sabios a los legisladores, en la mejor gurda del alma, compañero seguro del cuerpo, defensa y arma de los varones fuertes, ejercitación de los atletas y luchadores. El, además, aleja las tentaciones, esfuerza la piedad, mora con la sobriedad y produce la templanza. En los combates da fortaleza, en la paz enseña a vivir tranquilamente; santifica el nazareno, perfecciona al sacerdote, ya que no es licito ofrecer el sacrificio sin el ayuno, no sólo actualmente en la mística y verdadera adoración, sino que ni en aquella en la cual se ofrecía figuradamente el sacrificio legal. El ayuno hizo que Elías pudiera contemplar la gran visión, ya que purificada su alma por el ayuno de cuarenta días, mereció, estando en la cueva, ver a Dios en cuento es posible al hombre. Moisés recibiendo de nuevo la ley, volvió de nuevo a ayunar. Los ninivitas de ningún modo se hubieran librado de las castigos que les amenazaban a no ser por el ayuno y el de sus mismos animales. En el desierto ¿Quiénes fueron los que perecieron? ¿acaso no fueron los que desearon comer carne?  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Buscar este blog