domingo, septiembre 02, 2012

XIV Domingo después Pentecostés


(Evangelio según San Mateo 6, 24-33)

Homilía de San Agustín, Obispo

“Nadie puede servir a dos señores”. A esta misma idea se refiere lo que nuestro Señor expone a continuación: “Porque o tendrá aversión al uno y amor al otro, o si sujeta al primero mirará con desdén al segundo”. Hay que examinar atentamente este pasaje. Nuestro Señor mismo indica quiénes son estos dos señores cuando añade: “no podéis servir a Dios y a Mammón”. Los hebreos dan, según dicen, a las riquezas el nombre de Mammón. En lengua púnica, este nombre tiene el mismo sentido, porque mammón significa gancia.

Pero servir a Mammón, es también ser esclavo de aquel cuya perversidad le ha puesto a la cabeza de las cosas terrenales, y la cual llama el Señor: “príncipe de este mundo”. Por consiguiente, “o el hombre le odiará y amará a otro”, esto es, a Dios, “o se sujetará aquél y mirará con desdén a éste”. En efecto, el que se hace esclavo de las riquezas, se sujeta a un dueño duro y a un señor cruel; pues encadenado por codicia, soporta la tiranía del demonio, y ciertamente, no le ama, porque ¿Quién puede amar al demonio? Ello no obstante, lo soporta.

En razón de esto, os digo: no os acongojéis por el cuidado de hallar qué comer para sustentar vuestra vida, o de donde sacaréis vestidos para cubrir vuestro cuerpo”. No sea que, después de renunciar a las cosas superfluas, se divida el corazón al buscar las cosas necesarias, y para adquirirlas se tuerza nuestra intención en las mismas obras que creemos realizar por un motivo de misericordia. Es decir, que, cuando al parecer nos desvivimos por los intereses del prójimo, no procuremos más nuestro provecho que su utilidad, y con todo nos consideremos exentos de faltas al pretender sólo lo necesario, y no lo superfluo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Buscar este blog