Dudaba la pluma en herir al papel para redactar esta nota de gratitud necesaria y justa para con todos aquellos quienes tuvieron la bondad de escribirnos, de hablarnos o acompañarnos al fallecer mi madre.
El corazón de mi Madre ya había gastado sus fuerzas de tanto dar por todos, sobre todo por sus hijos. Dios bendito quiso que yo estuviera a su lado al entregar ella su alma en las manos de Dios, acompañados ambos por otro querido sacerdote.
Nunca hubiera imaginado ese momento sereno y triste como ninguno; sereno porque ella siempre buscó ser buena, triste porque se desdibujaba en mis ojos la imagen pasajera de la única mujer que quise y querré con la Gracia de Dios.
Un religioso se debe a las almas. Siempre haremos lo nuestro y con más ahinco que antes ofreciendo a Dios todas las horas, con la tristeza natural siempre fresca, con la voluntad recia que aprendimos de ella, con la ayuda de Dios que no deja ningún vacío sin llenar. Gracias a todos y Dios les de en amor premio a sus bondades.
Junio 18 del 2011
+ Mons. Andrés Morello.
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