Jesucristo realiza diferentes milagros, es decir acciones que sobrepasan lo común, lo natural para mostrar que es verdadero Dios. Tiene poder para realizar cosas portentosas. Convierte el agua en vino, en las Bodas de Cana de Galilea, mostrando en este signo lo que iba hacer a instituir el Sacramento de la Sagrada Eucarística.
En el sacramento del amor de los amores, el pan ácimo (sin levadura) y el vino (con algunas gotas de agua), se convierte en el cuerpo, sangra, alma y divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y esta verdad de fe la Iglesia la ha denominado transubstanciación, que se produce en la Santa Misa, al renovar el sacrificio de la Cruz en el momento preciso de la consagración, al decir el Sacerdote in persona Christi ( en persona de Cristo), “este es mi cuerpo” “este es el cáliz de mi sangre del nuevo y eterno testamento, misterio de fe, que por vosotros y por muchos es derramada para remisión de los pecados”. Estas palabras sagradas dichas por un sacerdote católico, hacen presente a Jesucristo, ofrecido en sacrificio en el altar de la Cruz; la única diferencia que en la Santa Misa ya no sufre ni muere y es por eso que se dice que es un sacrificio incruento (sin derramamiento de sangre).
Pidamos a la Virgen que interceda por nosotros, para que su divino Hijo transforme nuestras vidas y así libremente responder a la gracia divina, para alcanzar la vida eterna.
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