Patronato de Nuestra Señora de
Luján Oración a Nuestra Señora de Luján Protectora de la República Argentina y
de las repúblicas del Uruguay y del Paraguay.
Dios os salve, ¡Oh
Portentosa y Coronada Virgen de Luján! y fundadora de esta villa donde
quisisteis recibir culto en la milagrosa Imagen que en ella dejasteis, como
prenda de vuestra protección a estos pueblos del Plata. ¡Oh gran Reina, a Vos
acuden con confianza y se cubren bajo el manto de vuestra protección, pues a
cuantos imploran vuestro patrocinio abrís vos las entrañas de vuestra maternal
misericordia! Vos sois el auxilio de los cristianos, la Madre de los huérfanos,
la defensa de viudas, el abrigo de los pobres, el consuelo de los afligidos, la
redención de los cautivos, la salud de los enfermos, la estrella de los
navegantes, el puerto seguro de los náufragos, el amparo y escudo de los
combatientes, la corona y el triunfo de los vencedores, la esperanza de los
moribundos, la vida, en fin, de vuestros devotos. Proteged, gran Señora,
vuestra Villa y vuestro pueblo argentino en sus diversas provincias. Conceded
igual protección a los pueblos hermanos del Uruguay y del Paraguay y
mantenerlos en la fe católica a pesar de las maquinaciones de los incrédulos,
dadles de sacerdotes celosos de su salvación, autoridades honradas y cristianas
e inspirad en todos fe, abnegación y caridad. Oid favorablemente a los
numerosos devotos que de todas partes en sus necesidades a Vos acuden confiados
en vuestra protección, que os visitan y veneran en vuestra milagrosa imagen de
Luján. Acordaos siempre ¡Oh reina del Plata! de vuestros protegidos;
defendedlos de sus enemigos y de su propia flaqueza, a fin de que lleguen a la
patria celestial donde os alabarán en la gloria del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, por los siglos infinitos. Así sea.
Buenos Aires marzo 29 de 1889.
Vista esta oración la
aprobamos y concedemos 80 días de indulgencia por rezarla devotamente.
† FEDERICO
El 12 octubre 1930
fue jurada patrona de los de las tres repúblicas por los prelados de las
naciones rioplatenses, las autoridades y un denso y fervoroso concurso.
PEQUEÑA HISTORIA
En el año 1630
–probablemente en un día del mes de mayo– una caravana de carretas, salida de
Buenos Aires rumbo al norte llevando dos imágenes, las que hoy conocemos como
'de Luján' y 'de Sumampa'. La primera representa a la Inmaculada y la segunda a
la Madre de Dios con el niño en los brazos. Inmediatamente ambas imágenes
emprendieron un largo viaje en carreta con la intención de llegar hasta
Sumampa...
Aquí me quedo, decidió la Virgen
En aquel tiempo, las
caravanas acamparon al atardecer. En formación cual pequeño fuerte, se
preparaban para defenderse de las incursiones nocturnas de las bestias o los
malones de los indios. Luego de una noche sin incidentes, partieron a la mañana
temprano para cruzar el río Luján, pero la carreta que llevaba las imágenes no
pudo ser movida del lugar, a pesar de haberle puesto otras fuertes yuntas de
bueyes. Pensando que el exceso de peso era la causa del contratiempo,
descargaron la carreta pero ni aún así la misma se movía. Preguntaron entonces
al carretero sobre el contenido del cargamento. "Al fondo hay dos pequeñas
imágenes de la Virgen", respondió.
Una intuición
sobrenatural llevó entonces a los viajantes a descargar uno de los cajoncitos,
pero la carreta quedó en su lugar. Subieron ese cajoncito y bajaron el otro, y
los bueyes arrastraron sin dificultad la carreta. Cargaron nuevamente el
segundo y nuevamente no había quien la moviera. Repetida la prueba, desapareció
la dificultad. Abrieron entonces el cajón y encontraron la imagen de la Virgen
Inmaculada que hoy se venera en Luján. Y en el territorio pampeano resonó una
palabra que en siglos posteriores continuaría brotando de incontables
corazones: ¡Milagro! ¡Milagro!
La "Patroncita Morena"
De común acuerdo, se
decidió llevar el pequeño cajón a la vivienda más cercana, la de la familia de
Don Rosendo de Oramas, donde la imagen fue colocada en lugar de honra. Enterados
del prodigio, muchos vecinos acudieron a venerar la imagen y, al crecer la
concurrencia, Don Rosendo le hizo construir una ermita donde la Reina de los
Cielos permaneció hasta 1674.
Se la llamó 'La
Virgen Estanciera' y la 'Patroncita Morena'. El negro Manuel, un pequeño
esclavo negro que trabajaba en esa estancia fue testigo de toda esa maravilla.
Viendo sus patrones el intenso amor que demostraba a la Virgen, lo destinaron
al exclusivo cuidado de la imagen, lo que hizo hasta su muerte. Se encargaba
del orden en la ermita y de los vestidos de la Virgen, dirigiendo los rezos de
los peregrinos. Al fallecer Don Rosendo, su estancia quedó abandonada, pero
Manuel continuó, con santa constancia, el servicio que se había impuesto.
Muy preocupada con la
soledad de la Virgen en esos parajes, la señora Ana de Matos, viuda del capitán
español Marcos de Sequeira, propietaria de una estancia ubicada sobre la margen
derecha del río Luján y muy bien defendida, no viendo ningún interés de las
autoridades civiles y eclesiásticas, le solicitó al administrador de Don
Rosendo la cesión de la imagen de la Virgen de Luján. Ella le aseguró el
cuidado y la construcción de una capilla digna y cómoda, facilitando la estadía
de los peregrinos. Juan de Oramas, el apoderado, aceptó la oferta y doña Ana de
Matos le pagó por la cesión de la imagen.
Feliz de haber
logrado su propósito, la instaló en su oratorio, pero a la mañana siguiente,
cuando se dirigió ahí para rezar, descubrió con asombro y angustia que la
Virgen no estaba en su altar.
Ello volvió a ocurrir
varias veces hasta que, el obispo de Buenos Aires, fray Cristóbal de Mancha y
Velazco, y el gobernador del Río de la Plata, don José Martínez de Salazxar,
organizaron el traslado en forma oficial y con todos los honores que merecía
Nuestra Señora, acompañada por doña Ana y el negro Manuel, quien esta vez
acompañó a su querida Señora.
De este modo la
Virgen permaneció en su nueva residencia. Con motivo de esta intervención de la
autoridad eclesiástica y confirmado todo lo acontecido por el prudente prelado,
se autorizó oficialmente el culto público de la 'Pura y Limpia Concepción del
Río Luján'.
Nuestra primera divisa
El 27 de Junio de
1806, los ingleses invadieron Buenos Aires; el domingo 1º de Julio se prohíbe
la celebración de los cultos a Nuestra Señora del Rosario con la solemnidad
acostumbrada y el Capitán de Navío de la Real Armada D. Santiago de Liniers y Bremont
hace voto solemne a Nuestra Señora ofreciendo las banderas que se tomasen al
invasor de reconquistar la ciudad, firmemente persuadido de que lo lograría
bajo tan alta protección.
Don Juan Martín de
Pueyrredon también comienza a organizar la reacción. Munido de un exorto del
gobernador Ruiz Huidobro recluta voluntarios de la campaña por los
establecimientos rurales de Pilar, Baradero, Morón, Salto, Arrecifes y Luján.
El 28 de Julio los
paisanos se reunieron en Luján, sitio alejado de la ciudad de Buenos Aires, en
el que contaban con el apoyo del alcalde Gamboa y del párroco Vicente Montes
Carballo. Después del oficio de la Misa, recibieron del Cabildo local el Real
Estandarte de la Villa, que en una de sus caras tenía la imagen de la Virgen y
en la otra las armas de la Corona, para usarlo frente a las tropas.
A falta de
escapularios, que esos gauchos respetuosos de la Fé necesitaban como un escudo
protector, el cura les entregó dos cintas que seguramente habrá comprado de
prisa en una tienda del pueblo, de colores celeste y blanco, las cuales, no
habiendo uniformes, también servían de identificación entre los heroicos
voluntarios.
La Virgen de Luján y
sus colores, divisa y escapulario en la reconquista de la Patria, ya hace
doscientos años.
El P. Jorge María
Salvaire C. M. milagrosamente salvado de los indios
En 1872, cuando la
villa estaba floreciente, llegó a ella como párroco el P. Jorge María Salvaire
francés de origen, lazarista o vicentino.
Dos años después, sus
superiores le ordenaron ir a misionar entre los indios infieles quienes,
acusándolo de haber llevado una peste de viruela, lo apresaron y lo condenaron
a morir lanceado.
El se confió a la
Virgen y le prometió dedicar su vida a publicar sus milagros y engrandecer su
santuario si se salvaba. Al instante apareció un joven indio, hijo del cacique,
y echó su poncho sobre el Padre, en señal de protección. Ese indio lo reconoció
a Salvaire (le había salvado la vida en días pasados) y le concedió la
libertad.
Fiel a sus promesas,
el P. Salvaire redactó su monumental "Historia de Nuestra Señora de
Luján", publicada en 1884
En 1886 viajó a
Europa y allí hizo confeccionar una corona para la Virgen. La hizo bendecir por
el Papa León XIII quien concedió la autorización para la celebración de su
fiesta propia. El 8 de Mayo de 1887 se realizó la Coronación Pontificia de
manos de Mons. de Aneiros.
Tomado del sitio: www.propagandacatolica.blogspot.com
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