jueves, mayo 18, 2017


San Venancio, Mártir 

Lo que es agradable a Dios, es que, con la mira de
agradarlo, suframos los males y las penas que se nos
hace sufrir injustamente.
(1 Pedro, 2, 19).

   San Venancio, después de haber sufrido los tormentos más espantosos, fue arrojado a un esterco lero. Curado milagrosamente por un ángel, se presentó nuevamente ante el juez que lo había condena do. Mientras el santo hablaba, cayó el juez boca arriba y expiró exclamando: "El Dios de Venancio es el solo Dios verdadero, destruid vuestros ídolos". Los leones a los que fuera arrojado como alimento, en seguida, posternáronse a sus pies, mientras el santo predicaba la fe a los espectadores. En fin, después de haber sido arrastrado por entre zarzales y precipitado desde lo alto de una roca sin que sufriese mal alguno, fue decapitado a la edad de 17 años.

MEDITACIÓN
 UN MÁRTIR ES UN
EXCELENTE PREDICADOR

   I. El cristiano que sufre generosamente por la causa de Jesucristo es motivo grande de júbilo para Dios y los elegidos. Es un espectáculo digno de toda la Corte celestial, ver un hombre que desafía las amenazas, los suplicios, los halagos de los tiranos, e imita, tanto cuanto puede, a Jesús crucificado. ¿No se abrieron acaso los cielos para que los bienaventurados fueran espectadores del martirio de San Esteban? No depende sino de mí proporcionar a Dios este espectáculo tan agradable a sus ojos: basta, para esto, sufrir con alegría todo lo molesto que me acaece.

   II. El mártir tiene oyentes en la tierra: son los infieles a quienes su heroísmo atrae a la verdadera fe. Así fue como Menas convirtió a Hermógenes. ¡Gran Dios! ¿Se puede acaso dudar de vuestra bondad, cuando se ve a los mártires colmados de consuelos en medio de los tormentos? ¿Se puede por ventura dudar de vuestro poder, cuando se contemplan los milagros que realizan? Si los mártires no experimentasen alivio alguno en sus suplicios, no soportarían con tanta paciencia la amargura de sus tribulaciones; todos podian comprender la violencia de sus torturas, muy pocos la dulzura de sus consolaciones. (San Agustín) .

   III. En fin, este excelente orador toca y con mueve los corazones de los fieles. Los cristianos más cobardes, a la vista de la sangre de los mártires, sentían renacer su coraje. Y aun hoy, ¿se puede acaso leer las vidas de estos ilustres atletas sin desear servir a un Dios tan bueno, y sufrir algo por su amor? Los mártires nos hablan todavía desde el cielo; nos ad vierten no perdamos, en la tranquilidad de la paz, la fe y la amistad de Dios que conservaron ellos en me dio de las pruebas de la persecución.

La paciencia 
Orad por los países infieles.

ORACIÓN

   Oh Dios, que habéis consagrado este día por el triunfo del bienaventurado Venancio, vuestro mártir, escuchad las plegarias de vuestro pueblo, y haced que honrando sus méritos, aprendamos a imitar su constancia. Por J. C. N. S. Amén.

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