miércoles, septiembre 23, 2015

San Lino, Papa y Mártir
Septiembre 23
San Lino: Tuscany; 67-76.
De Volterra, elegido en 67. Murió el 23-9-76. Enterrado cerca de san Pedro. Creó los primeros quince Obispos. Ordenó a las mujeres de entrar a la Iglesia con la cabeza cubierta. Durante su pontificado fueron martirizados los evangelistas Marco y Lucas.
Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de san Lino, papa, a quien, según testimonio de san Ireneo, los santos apóstoles le encomendaron el episcopado de la Iglesia fundada en la Urbe. Pablo apóstol lo recuerda como compañero (s. I).
San Lino fue el primer obispo de Roma inmediatamente después de San Pedro, a quien sucedió el año 67 de Nuestro Señor, después de que el Santo Apóstol recibiera la corona del martirio.
Este Santo, de quien have mención el Apóstol San Pablo en aquellas palabras de la Carta a Timoteo: "Te mandan saludos Eubulo, Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos" (2 Timoteo 4,21), fue italiano, natural de Volterra en la Tosacana, de familia noble y distinguida, tanto por su calidad y por sus grandes bienes de fortuna, como por los primeros cargos que sus ilustres antepasados habían dignamente ejercido en el país.
Su padre fue un señor de nombre Herculano, y su madre aquella misma Claudia, cuyo elogio have el Apóstol San Pablo escribiendo a Timoteo desde la prisión nueve o diez meses antes de su muerte; lo que da motivo a creer que toda aquella ilustre familia había abrazado el cristianismo durante las apostólicas excursiones que San Pedro y San Pablo habían hecho por toda Italia.
Desde luego reconoció San Pedro en San Lino un natural tan bello, una piedad tan pura, tan sólida y tan sobresaliente, un fondeo de capacidad y de prudencia tan grande, y un celo tan generoso y tan a prueba de todo, en un tiempo en que la tierna y recién nacida Iglesia tenía tanta necesidad de buenos y fieles ministros.

Gozó la Iglesia de bastante tranquilidad en todo el tiempo del Emperador Claudio, y los diez primeros años del Imperio de Nerón; y queriendo San Pedro aprovecharse de aquella calma, para asistir al Concilio de Jerusalén hacia el año 48 de Cristo, y para hacer muchas excursiones apostólicas en diferentes provincias, se tiene por cierto que para no dejar sin pastor a su querido rebaño ordenó obispo a San Lino, y le hizo vicario suyo en Roma, junto con San Clemente, durante el tiempo de su ausencia.
Reconoció San Pedro a su vuelta, que no se había equivocado en el concepto del mérito, del celo y de las grandes virtudes de San Lino, admirando su solicitud pastoral, su prudencia, su gran caridad y las demás admirables prendas que le habían hecho dueño de los corazones, y merecido la estimación de todos los fieles.
San Pedro envió a San Lino a las Galias para que llevase a ellas la luz de la fe. Lleno nuestro Santo del mismo espíritu que animaba a los Apóstoles, atravesó los Alpes, entró en aquellas vasta regiones en que reinaba la idolatría. Llegó a Bensanzon, ciudad célebre sobre el río Doux, capital del Franco condado, y de la cual se have mención en los comentarios de César.
Como a algunos centenares de pasos antes de la ciudad encontró San Lino a un oficial llamado Onosio, que era tribuno. Miró Onosio con atención a aquel extranjero; y movido de su aire, pero más que todo de su singular modestia, le preguntó de dónde era, qué religión profesaba, y a qué fin se dirigía su viaje.
Aprovechando San Lino aquella ocasión para anunciar a Jesucristo le dijo a Onosio: "Yo adoro al único y sólo Dios verdadero, Todopoderoso, y eterno Creador de todas las cosas, a quien ruego que te sea propicio. Este sólo verdadero Dios tiene un único Hijo, tan Eterno y tan Poderoso como Él; y éste su único Hijo movido de la ceguedad y miseria de los hombres, se hizo hombre por la salud de los mismos hombres: se llama Jesucristo, y quiso morir en una cruz por nuestros pecados. Es verdad que para demostrar que era también Dios resucitó por su propia virtud al tercer día después de su muerte. Ahora vive en el cielo, y vivirá eternamente en él en compañía de los que abrazaren su religión, guardaren sus mandamientos y murieren en su gracia".
Oyendo esto Onosio, ya fuese por ligereza o por burla, se echó a reír; pero como ya antes había oído hablar de Jesucristo crucificado, le picó la curiosidad, y deseoso de saber a fondo toda la historia, brindó a San Lino su casa. Aceptó San Lino su hospedaje, y a pocos días por su modestia, por su dulzura y por su singularísima santidad se hizo dueño de todo el corazón y de toda la estimación del Tribuno, logrando San Lino la conversión del mismo.

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