sábado, noviembre 22, 2014

22 de noviembre
SANTA CECILIA, VIRGEN Y MÁRTIR 
Vidas de los Santos de A. Butler


SANTA CECILIA, VIRGEN Y MÁRTIR - Vidas de los Santos de A. Butler
(Fecha desconocida) Durante más de mil años, Santa Cecilia ha sido una de las mártires de la primitiva Iglesia más veneradas por los cristianos. Su nombre figura en el canon de la misa. Las "actas" de la santa afirman que pertenecía a una familia patricia de Roma y que fue educada en el cristianismo. Solía llevar un vestido de tela muy áspera bajo la túnica propia de su dignidad, ayunaba varios días por semana y había consagrado a Dios su virginidad. Pero su padre, que veía las cosas de un modo diferente, la casó con un joven patricio llamado Valeriano. El día de la celebración del matrimonio, en tanto que los músicos tocaban y los invitados se divertían, Cecilia se sentó en un rincón a cantar a Dios en su corazón y a pedirle que la ayudase. Cuando los jóvenes esposos se retiraron a sus habitaciones, Cecilia, armada de todo su valor, dijo dulcemente a su esposo: "Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel del Señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio, si me respetas, el ángel te amará como me ama a mí." Valeriano replicó: "Muéstramelo. Si es realmente un ángel de Dios, haré lo que me pides." Cecilia le dijo: "Si crees en el Dios vivo y verdadero y recibes el agua del bautismo, verás al ángel." Valeriano accedió y fue a buscar al obispo Urbano, quien se hallaba entre los pobres, cerca de la tercera mojonera de la Vía Apia. Urbano le acogió con gran gozo. Entonces se acercó un anciano que llevaba un documento en el que estaban escritas las siguientes palabras: "Un solo Señor, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está por encima de todo y en nuestros corazones." Urbano preguntó a Valeriano: "¿Crees esto?" Valeriano respondió que sí y Urbano le confirió el bautismo. Cuando Valeriano regresó a donde estaba Cecilia, vio a un ángel de pie junto a ella. El ángel colocó sobre la cabeza de ambos una guirnalda de rosas y lirios. Poco después, llegó Tiburcio, el hermano de Valeriano y los jóvenes esposos le ofrecieron una corona inmortal si renunciaba a los falsos dioses. Tiburcio se mostró incrédulo al principio y preguntó: "¿Quién ha vuelto de más allá de la tumba a hablarnos de esa otra vida?" Cecilia le habló largamente de Jesús. Tiburcio recibió el bautismo, y al punto vio muchas maravillas.
Desde entonces, los dos hermanos se consagraron a la práctica de las buenas obras. Ambos fueron arrestados por haber sepultado los cuerpos de los mártires. Almaquio, el prefecto ante el cual comparecieron, empezó a interrogarlos. Las respuestas de Tiburcio le parecieron desvarios de loco. Entonces, volviéndose hacia Valeriano, le dijo que esperaba que le respondería en forma más sensata. Valeriano replicó que tanto él como su hermano estaban bajo el cuidado del mismo médico, Jesucristo, el Hijo de Dios, quien les dictaba sus respuesta. En seguida comparó, con cierto detenimiento, los gozos del cielo con los de la tierra; pero Almaquio le ordenó que cesase de disparatar y dijese a la corte si estaba dispuesto a sacrificar a los dioses para obtener la libertad. Tiburcio y Valeriano replicaron juntos: "No, no sacrificaremos a los dioses, sino al único Dios, al que diariamente ofrecemos sacrificio." El prefecto les preguntó si su Dios se llamaba Júpiter. Valeriano respondió: "Ciertamente no. Júpiter era un libertino infame, un criminal y un asesino, según lo confiesan vuestros propios escritores."
Valeriano se regocijó al ver que el prefecto los mandaba azotar y habló en voz alta a los cristianos presentes: "¡Cristianos romanos, no permitáis que mis sufrimientos os aparten de la verdad! ¡Permaneced fieles al Dios único y pisotead los ídolos de madera y de piedra que Almaquio adora!" A pesar de aquella perorata, el prefecto tenía aún la intención de concederles un respiro para que reflexionasen; pero uno de sus consejeros le dijo que emplearían el tiempo en distribuir sus posesiones entre los pobres, con lo cual impedirían que el Estado las confiscase. Así pues, fueron condenados a muerte. La ejecución se llevó a cabo en un sitio llamado Pagus Triopius, a seis kilómetros de Roma. Con ellos murió un cortesano llamado Máximo, el cual, viendo la fortaleza de los mártires, se declaró cristiano.
Cecilia sepultó los tres cadáveres. Después fue llamada para que abjurase de la fe. En vez de abjurar, convirtió a los que la inducían a ofrecer sacrificios. El Papa Urbano fue a visitarla en su casa y bautizó ahí a 400 personas, entre las cuales se contaba a Gordiano, un patricio, quien estableció en casa de Cecilia una iglesia que Urbano consagró más tarde a la santa. Durante el juicio, el prefecto Almaquio discutió detenidamente con Cecilia. La actitud de la santa le enfureció, pues ésta se reía de él en su cara y le atrapó con sus propios argumentos. Finalmente, Almaquio la condenó a morir sofocada en el baño de su casa. Pero, por más que los guardias pusieron en el horno una cantidad siete veces mayor de leña, Cecilia pasó en el baño un día y una noche sin recibir daño alguno. Entonces, el prefecto envió a un soldado a decapitarla. El verdugo descargó tres veces la espada sobre su cuello y la dejó tirada en el suelo. Cecilia pasó tres días entre la vida y la muerte. En ese tiempo los cristianos acudieron a visitarla en gran número. La santa legó su casa a Urbano y le confió el cuidado de sus servidores. Fue sepultada junto a la cripta pontificia, en la catacumba de San Calixto.
Esta historia tan conocida que los cristianos han repetido con cariño durante muchos siglos, data aproximadamente de fines del siglo V, pero desgraciadamente no podemos considerarla como verídica ni fundada en documentos auténticos. Tenemos que reconocer que lo único que sabemos con certeza sobre San Valeriano y San Tiburcio es que fueron realmente martirizados, que fueron sepultados en el cementerio de Pretextato y que su fiesta se celebraba el 14 de abril. La razón original del culto de Santa Cecilia fue que estaba sepultada en un sitio de honor por haber fundado una iglesia, el "titubas Caeciliae". Por lo demás, no sabemos exactamente cuándo vivió, ya que los especialistas sitúan su martirio entre el año 177 (de Rossi) y la mitad del siglo IV (Kellner).
El Papa San Pascual I (817-824) trasladó las presuntas reliquias de Santa Cecilia, junto con las de los santos Tiburcio, Valeriano y Máximo, a la iglesia de Santa Cecilia in Transtévere. (Las reliquias de la santa habían sido descubiertas, gracias a un sueño, no en el cementerio de Calixto, sino en el de Pretextato). En 1599, el cardenal Sfondrati restauró la iglesia de Santa Cecilia in Transtévere y volvió a enterrar las reliquias de los cuatro mártires. Según se dice, el cuerpo de Santa Cecilia estaba incorrupto y entero, por más que el Papa Pascual había separado la cabeza del cuerpo, ya que, entre los años 847 y 855, la cabeza de Santa Cecilia formaba parte de las reliquias de los Cuatro Santos Coronados. Se cuenta que, en 1599, se permitió ver el cuerpo de Santa Cecilia al escultor Maderna, quien esculpió una estatua de tSANTA CECILIA, VIRGEN Y MÁRTIR - Vidas de los Santos de A. Butleramaño natural, muy real y conmovedora. "No estaba de espaldas como un cadáver en la tumba," dijo más tarde el artista, sino recostada del lado derecho, como si estuviese en la cama, con las piernas un poco encogidas, en la actitud de una persona que duerme." La estatua se halla actualmente en la iglesia de Sania Cecilia, bajo el altar próximo al sitio en el que se había sepultado nuevamente el cuerpo en un féretro de plata. Sobre el pedestal de la estatua puso el escultor la siguiente inscripción: "He aquí a Cecilia, virgen, a quien yo vi incorrupta en el sepulcro. Esculpí para vosotros, en mármol, esta imagen de la santa en la postura en que la vi." De Rossi determinó el sitio en que la santa había estado originalmente sepultada en el cementerio de Calixto, y se colocó en el nicho una réplica de la estatua de Maderna.
Sin embargo, el P. Delehaye y otros autores opinan que no existen pruebas suficientes de que, en 1599, se haya encontrado entero el cuerpo de la santa, en la forma en que lo esculpió Maderna. En efecto, Delehaye y Dom Quentin subrayan las contradicciones que hay en los relatos del descubrimiento que nos dejaron Baronio y Bosio, contemporáneos de los hechos. Por otra parte, en el período inmediatamente posterior a las persecuciones no se hace mención de ninguna mártir romana llamada Cecilia. Su nombre no figura en los poemas de Dámaso y Prudencio, ni en los escritos de Jerónimo y Ambrosio, ni en la "Depositio Martyrum" (siglo IV). Finalmente, la iglesia que se llamó más tarde "titulus Sanctae Caeciliae" se llamaba originalmente "títulus Caeciliae", es decir, fundada por una dama llamada Cecilia.
Santa Cecilia es muy conocida en la actualidad por ser la patrona de los músicos. Sus "actas" cuentan que, al día de su matrimonio, en tanto que los músicos tocaban, Cecilia cantaba a Dios en su corazón. Al fin de la Edad Media, empezó a representarse a la santa tocando el órgano y cantando. En la primera antífona de los laudes del oficio de su fiesta, se suprimieron las palabras "en su corazón".
Mombritjus publicó íntegras las actas legendarias. Delehaye las resumió en la obra que citaremos más abajo. Los textos más interesantes pueden verse en el artículo de Dom Quentin en DAC, vol. II, cc. 2712-2738. Existe una bibliografía muy abundante. H. Delehaye ha estudiado muy a fondo el asunto en Etude sur le légendier romain (1936), pp. 73-96. En dicha obra cita, además del artículo de Dom Quentin, las obras siguientes: De Rossi, Roma sotterranea, vol. II, pp. XXXII-XLIII ; Erbes,Die heilige Caecilia in Zusammenhang mit der Papstcrypta, en Zeitschrift für Kirchengeschichte (1888), pp. 1-66; J. P. Kirsch,Die heilige Caecilia in der romischen Kirche (1910), y Die romischen Titelkirchen im Altertum (1918), pp. 113-116 y 155-156; P. Franchi de Cavalíerí, Recenti studi intorno a S. Cecilia, en Note agiografiche, vol. IV (1912), pp. 3-38; F. Lanzoni, en Rivista di archeologia cristiana, vol. II, pp. 220-224; Duchesne, Líber Pontificalis, vol. I, p. 297, y vol. II, pp. 52-68; P. Styger, Rómische Martyrergrüfte (1935), pp. 83-84 y 88; y L. de Lacger, en Bulletin de littérature ecclésiastique (1923), pp. 21-29. Mons. J. P. Kirsch resume sus opiniones en Catholic Encyclopedia, vol. III, pp. 471-473. Acerca de las representaciones de Santa Cecilia en el arte, cf. Kiinstle, lkonographie, vol. II, pp. 146-150. Baudot y Chaussin estudian con cierto detenimiento la leyenda y el culto de Santa Cecilia, en Vies des Saints, vol. XI (1954), pp. 731-759.

21 de noviembre LA PRESENTACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA Vidas de los Santos de A. Butler


Presentacion de la Virgen en el Templo, Vittore Carpaccio Pinacoteca De Brera, Milan, Italia
Presentacion de la Virgen en el Templo,
Vittore Carpaccio - Pinacoteca De Brera, Milan, Italia
Según la tradición popular, los padres de Nuestra Señora la llevaron al templo a los tres años de edad para que se educase. Así lo afirman varios evangelios apócrifos, como, por ejemplo, el "Protoevangelio de Santiago".
"Y la niña tenía dos años, y Joaquín dijo: 'Llevémosla al Templo del Señor para cumplir nuestra promesa, no sea que el Señor nos rechace a nosotros y a nuestro don.' Y Ana dijo: 'Esperemos a que cumpla tres años para que no eche de menos a su padre y a su madre.' Y Joaquín dijo: 'Esperemos.' Y la niña cumplió tres años... Y ellos subieron al Templo del Señor, y el sacerdote la recibió, la besó y la bendijo, diciendo: 'El Señor ha engrandecido tu nombre en todas las generaciones. En ti manifestará el Señor el último día la redención de los hijos de Israel.' Y el sacerdote la hizo bajar desde el tercer escalón del altar, y el Señor derramó su gracia sobre ella. Y ella danzó con los pies, y toda la casa de Israel la amó. Y sus padres volvieron maravillados, alabando a Dios porque la niña no había vuelto con ellos. Y María se quedó en el Templo como si fuese una paloma que habitaba ahí..."

La liturgia romana no dice en ninguna parte que la fiesta de hoy se refiera a ese incidente. En realidad, no es una fiesta muy antigua, ni siquiera en el oriente, donde tuvo su origen y se la conoce con el nombre de la Entrada de la Santísima Madre de Dios en el Templo. Probablemente, la fiesta conmemoraba originalmente la dedicación de la iglesia de Nueva Santa María de Jerusalén, que tuvo lugar el año 543. En el occidente empezó a celebrarse esporádicamente en el siglo XI en Inglaterra, donde, según dice Edmundo Bishop, "constituía una fiesta litúrgica importante, que se observaba seriamente. El manual de bendiciones de la catedral de Canterbury da testimonio de ello. Ahí encontramos las siguientes palabras en el sitio que les corresponde (es decir, entre el 11 de noviembre, fiesta de San Martín, y el 22 de noviembre, fiesta de Santa Cecilia) : "Benedictio de praesentatione sanctae Mariae". Se trata de una alusión a la fiesta de la Presentación. Dicha fiesta se conmemoró algún tiempo en los libros de Winchester y Canterbury, pero desapareció después. En las últimas décadas del siglo XIV se introdujo en la Iglesia Latina. El mundo ha olvidado "usque ad hodiernam diem" la práctica inglesa, que data de 350 años antes." (Litúrgica Histórica, p. 257).
La fiesta fue imponiéndose poco a poco y fue finalmente extendida a toda la Iglesia de occidente durante el pontificado de Sixto V (1585). Véase Kellner, Heortology, pp. 265-266; Schuster, The Sacramentary, vol. V, pp. 290- 291; Holweck, Calendarium Liturgicum (1925), p. 386; S. Beissel, Verehrung Marías in Deutschland, vol. I, p. 306; vol. II, p. 281. Es curioso que ninguna de estas fuentes mencione el hecho de que la fiesta de la Presentación de la Virgen María se celebraba en Inglaterra desde el siglo XI, en la propia Canterbury: véase la edición del Manual de Bendiciones de Canterbury hecha por la Henry Bradshaw Society (p. 116). A lo que parece la fiesta llegó a ser bastante popular en Inglaterra. En el calendario de unas Horae de Anglia del este (Christ's Coll. Camb., MS. 6, de principios del siglo XIII), se habla de la "Oblado B.M.V."; el mismo título se da a la fiesta en dos libros de Worcester de la misma época: véase The Leofric Collectar, vol. II, p. 599. Que la fiesta se originó en el oriente se deduce del hecho de que los sinaxarios griegos (cuyo texto puede verse en la edición de Delehaye, ce. 243-244) la mencionan también el 21 de noviembre, y dichos sinaxarios datan del siglo X. En el Missale Romanum de 1474 (publicado por la Henry Bradshaw Society, vol. II, pp. 251-253) hay una nota muy interesante, en la que se observa que, aunque la fiesta de la presentación no figura en el calendario ni el texto de la edición de 1474, hay sin embargo una misa de la fiesta, tomada de un misal romano de 1505. Dicha misa incluye una secuencia de lenguaje tan bárbaro, que se puede suponer que San Pío V prefirió suprimir la fiesta antes que permitir que siguiese rezándose ese poema burlesco. Quien desee otras referencias posteriores sobre los orígenes de la fiesta las hallará en la obra de M. J. Kishpaugh, The Feast of the Presentation (1941); E. Campana,María nel culto cattolico, vol. I (1943), pp. 207-214; y N. Chirat, Mélanges (1945), pp. 127-143.

miércoles, noviembre 19, 2014

Santo Bautismo

El domingo 16 de Noviembre, renació por medio de las aguas regenerados del Santo Bautismo el niño Rafael Isaac Larovere Karake, nacido de un piadoso matrimonio de la vecina provincia de San Luis, fungieron como padrinos el Clérigo Nicolás Benegas y la Señora Florencia Perez de Karake. 


























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