En 1911, por inquietud del Guardián del Convento de San Francisco, de Mendoza, Fray Leonardo Maldonado OFM, el papa San Pío X decretó “que la sagrada imagen de la Virgen María bajo el título del Carmen que se venera en la iglesia de San Francisco en Mendoza, sea con voto solemne coronada con corona de oro”.
Apoyó su resolución en la “suficiente constancia que existe de la popular veneración de la imagen, de su fama y celebridad como también de las gracias admirables y celestiales dones concedidos copiosamente por ella”.
La corona, ofrenda de sus devotos, le fue impuesta en una memorable ceremonia celebrada el 8 de septiembre de 1911 y para recordar tal solemnidad el gobierno mendocino decretó que tal día se declare Fiesta Patronal de la Provincia.
Desde 1950 en ese día es también honrada muy especialmente la Santísima Virgen del Carmen de Cuyo en las escuelas de Mendoza, como Patrona de la Escuela Primaria, instituida en tal carácter por decisión superior; y Patrona de la educación en sus tres niveles por decreto del 30 de agosto de 1980.
En 1982 fue declarada también Patrona de la 8va. Brigada de Montaña.
La Virgen del Carmen en Mendoza La devoción a la Santísima Virgen bajo la advocación del Carmen, se difundió por toda Europa y contó con Santos de la talla de San Juan de la Cruz y Santa Teresa; no es extraño que llegara a América y acompañara el despertar a la fe de los originarios que la veneraron desde mediados del siglo XVI.
Ya en el siglo XVIII se encuentra en Mendoza la imagen que hoy se venera, pues don Pedro de Núñez “caballero de gran fortuna y devoción”, donó la imagen y todo lo necesario para el culto de la Virgen del Carmen.
Primero estuvo en el templo de los Padres Jesuitas donde se fundó la Cofradía. En 1776, a raíz de la expulsión de la Compañía de Jesús, la imagen fue trasladada a San Francisco, desde donde con el tiempo presidiría una de las más bellas jornadas de la historia argentina.
Generala del Ejército de los Andes Llega el año 1814, momento en el que el general José de San Martín hizo de los pacíficos habitantes de Cuyo, heroicos soldados forjadores de libertad, pero ellos necesitaban una Madre que los ampare y dé sentido a tanto sacrificio.
Es muy conocida la profunda devoción que el Libertador profesó a la Virgen y que lo demostró al nombrarla Generala de su Ejército, superando los respetos humanos de una época en la que el liberalismo había impuesto la idea de que “la religión es asunto privado”. Tanta importancia le dio al tema, que lo decidió con su Estado Mayor.
La devoción a la Virgen del Carmen estaba muy arraigada en Cuyo y casi todos los soldados llevaban su escapulario, por lo que el patronazgo tuvo general aceptación.
El 5 de enero de 1817 se realizó la brillante ceremonia durante la cual San Martín le entrega a la Virgen su bastón de mando, la nombra Generala y hace bendecir también la Bandera de los Andes, “saludada por dianas y la banda con cajas y clarines, mientras rompía una salva de veintiún cañonazos, ante el ejército de gran gala y todo el pueblo de Mendoza”.
Más tarde, después de sus triunfos de Chacabuco y Maipo, San Martín entregará definitivamente su bastón, esta vez en el silencio que acompaña a todo lo grande y dejando aquella conocida carta: ”La protección que ha prestado al Ejército de los Andes su Patrona y Generala la Virgen del Carmen es demasiado visible...”
Ambas reliquias, el bastón y la carta, se conservan hoy en el Camarín de la Virgen de la basílica de San Francisco, como mudos testigos de la parte que la Virgen del Carmen de Cuyo tuvo en la grandeza de alma del Libertador. Por ser Generala del Ejército de los Andes, junto a su imagen está siempre la bandera argentina. También las banderas del Perú y de Chile, por ser esta advocación Patrona de los 2 países vecinos libertados por San Martín.
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