(Evangelio según San Lucas capítulo 7 versículos del 11 al 16)
Homilía de San Agustín, Obispo.
Si la resurrección de aquel joven llenó de júbilo a la viuda, su madre, también nuestra madre la Santa Iglesia se regocija al ver los hombres que cada día resucitan espiritualmente. Aquél había muerto a la vida del cuerpo; éstos a la del alma. La muerte visible de aquel era llorada visiblemente. Pero la muerte invisible de éstos, nadie la llora ni siquiera la conoce. Preocupase de estos muertos el único que los conoce, y sólo los conoce el que puede devolverles la vida. En efecto, si el Señor no hubiera venido para resucitar estos muertos, no hubiera dicho el Apóstol: “Levántate, tú que duermes, y resucita de la muerte, y te alumbrará Cristo”.
Tres muertos vemos que fueron resucitados visiblemente por el Señor, peor se cuentan por millares los que resucito invisiblemente. En cuanto a los muertos que resucito visiblemente, ¿Quién puede saber su número?. Porque no todo lo que hizo esta escrito. “Muchas cosas hizo Jesús-dice San Juan– que si se escribieran pienso que no cabrían en el mundo los libros que las narrasen”. Sin duda que muchos otros, pues, fueron resucitados, pero no sin razón se mencionan tres. Nuestro Señor Jesucristo quería que entendiéramos en un sentido espiritual lo que obraba en los cuerpos. No hacía milagros sólo por hacerlos, sino que quería excitar la admiración por ellos en los que contemplaban, y que apareciesen también llenos de confianzas para los que comprendían su sentido.
Así como hay quienes ven las letras de códice primorosamente escrito, pero no saben leer, y alaban, sí, el arte del copista, maravillados de la hermosura de sus rasgos, pero ignoran lo que aquellos caracteres significan, y deben deducirse a elogiar lo que ven, sin entenderlo, al paso que otros, no contentos con alabar la destreza del copista, penetran en el significado del escrito, y no sólo pueden ver, como todo el mundo, sino también leer, lo cual no es posible al que nunca aprendió hacerlo; así los que vieron milagros de Jesucristo sin penetrar en su significación y en lo que dejaban vislumbrar a las almas dotadas de inteligencia, maravilláronse únicamente ante el hecho material, mientras que los demás admiraron a la vez los hechos y penetraron en sus sentidos. Así debemos proceder nosotros en la escuela de Jesucristo.