martes, agosto 23, 2011

Domingo X después de Pentecostés

(Evangelio según San Lucas capítulo 18 versículos del 9 al 14)
Homilía de San Agustín, Obispo.
Podía el fariseo haberse contentado con decir: “Yo no soy como muchos hombres”. Mas con estas palabras: “ Como los demás hombres”, ¿ no se refiere a todos, excepto a sí mismo?. Pero he ahí un publicano, ¡buena ocasión, semejante vecindad, para engreírse todavía más y más! Y efectivamente, el fariseo añade: “No soy tampoco como este publicano”. Como si dijera: yo soy un hombre aparte; éste es un hombre como los demás. Yo me distingo de este hombre en virtud de mis propios meritos, gracias a los cuales no soy malvado.

“Ayuno dos veces  a la semana: pago los diezmos de cuento poseo”. En estas palabras buscaríamos en vano lo que pide a Dios. Habiendo subido al templo a orar, en vez de pedir algo a Dios hace su propia apología. Y como si no fuera bastante alabarse a sí mismo en vez de rogar a Dios, insulta además al que esta rogando. “El, publicano, por el contrario, se mantenía apartado”, y, no obstante, estaba cerca de Dios.  El conocimiento de su conciencia le repelía, mas su piedad le aproximaba.  

Porque siendo el Señor altísimo, pone los ojos en las criaturas humildes. En cuento a los que se elevan, como lo hacía aquel fariseo, conócelos de lejos. Dios mira de lejos a los soberbios, mas no los perdona. Considera de nuevo humilde del publicano; no le basta permanecer apartado; sino que ni siquiera sus ojos osaba levantar al cielo; para atraerse las miradas del Señor, no se atrevía a mirarle, su conciencia lo amilanaba, peor la esperanza lo alentaba. Escucha todavía,: “Se daba golpes en el pecho”, él mismo se castigaba; por eso el Señor perdonó a aquel hombre que confesaba su miseria. “Golpeaba su pecho, diciendo: Dios mío, ten misericordia de mí que soy un pecador”. He ahí un hombre que ora. ¿por qué asombrarte de que Dios le perdone, cuando él mismo se confiesa pecador?

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