En el año 1954, tres años después de la solemne proclamación del dogma de la Gloriosa Asunción de la Santísima Virgen María a los cielos, el Papa Pío XII instituyó la nueva fiesta de MARIA REINA para hacer aún más refulgente la espléndida corona real que ciñe en el cielo y en todas la imágenes suyas de la tierra la cabeza de la Madre de Dios y nuestra, la criatura más bella y más rica salida de las manos de la Omnipotente, la más poderosa después de Dios, Reina de los Ángeles, Reina de los Apóstoles, Reina de los Mártires, Reina de las Vírgenes, Reina de todos los Santos, y ahora Reina oficial del Universo. ¡Dichosos los ángeles y los bienaventurados del Cielo que la pueden contemplar y honrar en cuerpo y alma, y percibir su voz armoniosa y recibir sus sonrisas y auscultar los latidos de su Inmaculado Corazón! Un día iremos también nosotros al cielo, y la contemplaremos y nos extasiaremos antes sus celestiales encantos. Entre tanto celebramos su realeza en la tierra, proclamemos sus glorias y formemos parte, con nuestra vida pura y digna, de su corte de honor.
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