Acto de Consagración al Inmaculado Corazón de María
(Papa Pió XII)
Al finaliza la Santa Misa, el Reverendo Padre Alberto Martinez, rezó el acto de Consagración |
¡Oh Reina del Santísimo Rosario, auxilio de los cristianos, refugio del
género humano, vencedora de todas las batallas de Dios! Ante vuestro Trono nos
postramos suplicantes, seguros de impetrar misericordia y de alcanzar gracia y
oportuno auxilio y defensa en las presentes calamidades, no por nuestros
méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de
vuestro maternal Corazón. En esta hora trágica de la historia humana, a Vos, a
vuestro Inmaculado Corazón, nos entregamos y nos consagramos, no sólo en unión
con la Santa Iglesia, cuerpo místico de vuestro Hijo Jesús, que sufre y sangra
en tantas partes y de tantos modos atribulada, sino también con todo el Mundo
dilacerado por atroces discordias, abrasado en un incendio de odio, víctima de
sus propias iniquidades. Que os conmuevan tantas ruinas materiales y morales,
tantos dolores, tantas angustias de padres y madres, de esposos, de hermanos,
de niños inocentes; tantas vidas cortadas en flor, tantos cuerpos despedazados
en la horrenda carnicería, tantas almas torturadas y agonizantes, tantas en
peligro de perderse eternamente. Vos, oh Madre de misericordia, impetradnos de
Dios la paz; y, ante todo, las gracias que pueden convertir en un momento los
humanos corazones, las gracias que preparan, concilian y aseguran la paz. Reina
de la paz, rogad por nosotros y dad al mundo en guerra la paz por que suspiran
los pueblos, la paz en la verdad, en la justicia, en la caridad de Cristo.
Dadle la paz de las armas y la paz de las almas, para que en la tranquilidad
del orden se dilate el reino de Dios. Conceded vuestra protección a los
infieles y a cuantos yacen aún en las sombras de la muerte; concédeles la paz y
haced que brille para ellos el sol de la verdad y puedan repetir con nosotros
ante el único Salvador del mundo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la
tierra a los hombres de buena voluntad. Dad la paz a los pueblos separados por
el error o la discordia, especialmente a aquellos que os profesan singular
devoción y en los cuales no había casa donde no se hallase honrada vuestra
venerada imagen (hoy quizá oculta y retirada para mejores tiempos), y haced que
retornen al único redil de Cristo bajo el único verdadero Pastor. Obtened paz y
libertad completa para la Iglesia Santa de Dios; contened el diluvio inundante
del neopaganismo, fomentad en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la
vida cristiana y del celo apostólico, a fin de que aumente en méritos y en
número el pueblo de los que sirven a Dios. Finalmente, así como fueron consagrados
al Corazón de vuestro Hijo Jesús la Iglesia y todo el género humano, para que,
puestas en El todas las esperanzas, fuese para ellos señal y prenda de victoria
y de salvación; de igual manera, oh Madre nuestra y Reina del Mundo, también
nos consagramos para siempre a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, para que
vuestro amor y patrocinio aceleren el triunfo del Reino de Dios, y todas las
gentes, pacificadas entre sí y con Dios, os proclamen bienaventurada y entonen
con Vos, de un extremo a Otro de la tierra, el eterno Magníficat de gloria, de
amor, de reconocimiento al Corazón de Jesús, en sólo el cual pueden hallar la
Verdad, la Vida y la Paz. Amén
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