miércoles, mayo 02, 2012

San Atanasio

El gran campeón de la fe de Nicea contra los arrianos fue San Atanasio, obispo de Alejandría, Doctor de la Iglesia y uno de los cuatro grandes Padres de Oriente.
Atanasio nació hacia el 295 en Alejandría, en cuya escuela recibió una cuidadosa formación clásica y cristiana. En el 325, siendo diácono, acompañó a su obispo Alejandro al concilio de Nicea, donde destacó por su defensa de la fe frente a los seguidores de Arrio. En el 328 fue elegido sucesor de Alejandro en la sede episcopal de Alejandría, que ocupó durante 45 años hasta su muerte, ocurrida en el 373. Todos sus esfuerzos se centraron en la defensa de la ortodoxia: la fe de Nicea. Su prestigio era enorme: fue llamado “columna de la Iglesia” por San Gregorio Nacianceno, y en Oriente se le llamó Padre de la ortodoxia; se consideraba que concordar con Atanasio era tener la verdadera fe.

Los arrianos, aunque condenados en Nicea, no cejaron en el intento de imponer su doctrina. Para ello, contaron muchas veces con el apoyo imperial, el de numerosos obispos, escritores, etc. Buena parte de sus esfuerzos se centraron en acallar a Atanasio: no pudiendo vencerlo en el campo intelectual, calumniaron su conducta personal, reunieron sínodos contra él (Tiro, Arlés, Milán), acudieron a los emperadores para que lo desterrasen, etc. De hecho, consiguieron desterrarlo de Alejandría 5 veces, y en total pasó 17 años en el exilio. Dos de estos períodos, transcurridos en Tréveris y Roma, tuvieron notable importancia, porque consiguió sensibilizar a los occidentales de los problemas doctrinales que se debatían en Oriente.

Todas estas penalidades y adversidades no consiguieron quebrantar la profunda fe de San Atanasio en el triunfo de la verdad. Su conducta fue rectilínea: duro e intransigente con el error y, sin embargo, benévolo y amable con sus enemigos. Gran parte de su empeño se dirigió a hacer volver a la verdadera fe a los semiarrianos y a los que rechazaban la profesión de fe de Nicea. El final de su vida transcurrió en Alejandría, poniendo en orden la diócesis, pues su cátedra la habían regentado obispos arrianos durante sus largos destierros. Murió en esta ciudad el 2 de mayo del 373. 


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