domingo, enero 19, 2014

II Domingo después de Epifanía

(Evangelio según San Juan  capítulo 2 versículos del  1 al 11)
Homilía de San Agustín, Obispo.

El acudir al Señor como convidado a una boda, de toda significación mística quiso confirmar que él instituyo las bodas. Ya que había de suceder que algunos, de quienes habla el Apóstol, habían de prohibir las bodas, diciendo que era cosa mala el casarse, y el que el diablo las había inventado, siendo así que el mismo Señor dice en el Evangelio: “preguntando si era licito al hombre despedir a su esposa, por cualquier causa” que esto no es licito, excepto por causa de fornicación. En cuya respuesta, podéis recordar que dice: “lo que Dios a unido, no lo separe el hombre”.

Y los que están bien instruidos en la fe católica, saben que Dios instituyo las bodas. Así como la unión es obra de Dios, así el divorcio es obra del diablo. Con todo, en el caso de fornicación, es licito despedir a la consorte, ya que ella a sido la primera en no querer ser esposa, no guardando fidelidad conyugal al marido. Debese  también tener presente que ni las mismas que consagran su virginidad a Dios, aunque tengan un grado mayor de honor y de santidad en la Iglesia, con todo no carecen de bodas, ya que tienen participación con toda la Iglesia, en aquellas bodas en que Cristo es el esposo.

El Señor asistió como invitado a las bodas para confirmar la castidad conyugal, y para revelarnos la significación misteriosa de aquellas bodas; en ellas las personas de Nuestro Señor, estaba figurada por el esposo, a quien se dijo “a reservado el buen vino para lo ultimo”. En efecto, Jesucristo a reservado para estos últimos tiempos el buen vino, es decir su Evangelio.

lunes, enero 06, 2014

Santo Bautismo

El domingo pasado han renacido por medio de las aguas bautismales las niñas Emi Thais Guadalupe Mercado y Lucia Agustina Canevaro. 








domingo, enero 05, 2014

Dulce Nombre de Jesús

La epístola de la Santa Misa y las lecciones del Oficio de Maitines de esta fiesta nos recuerdan que es tradición apostólica invocar el nombre de Jesús en cualquier necesidad porque no nos ha sido dado otro nombre por el que ser salvados. El gran respeto que la Iglesia tiene al nombre de su Señor se manifiesta en la forma extraordinaria en que cada vez que se pronuncia el nombre de Jesús en los textos litúrgicos todos los presentes han de inclinar reverentemente la cabeza.

San Bernardino de Siena (+1444) y sus discípulos propagaron el culto al Nombre de Jesús -Dios es salvación- con el monograma: IHS (abreviación del nombre de Jesús en griego, ιησουσ) y añadiendo el nombre de Jesús al Ave María. Los primeros orígenes de esta fiesta se remontan al siglo XVI. En 1530 el Papa Clemente VII concedió por vez primera a la Orden Franciscana la celebración del Oficio del Santísimo Nombre de Jesús. En 1721, Inocencio XIII la hizo fiesta universal.
 "Sólo Jesús – insiste San Bernardo ante los complejos razonamientos dialécticos de su tiempo – solo Jesús es "miel en la boca, cántico en el oído, júbilo en el corazón (mel in ore, in aure melos, in corde iubilum)". De aquí proviene el título, que se le atribuye por tradición, de Doctor mellifluus: su alabanza de Jesucristo “se derrama como la miel”. En las extenuantes batallas entre nominalistas y realistas – dos corrientes filosóficas de la época – el abad de Claraval no se cansa de repetir que sólo hay un nombre que cuenta, el de Jesús Nazareno. "Árido es todo alimento del alma", confiesa, "si no es rociado con este aceite; es insípido, si no se sazona con esta sal. Lo que escribes no tiene sabor para mí, si no leo en ello Jesús”. Y concluye: “Cuando discutes o hablas, nada tiene sabor para mí, si no siento resonar el nombre de Jesús” (Sermones en Cantica Canticorum XV, 6: PL 183,847). Para Bernardo, de hecho, el verdadero conocimiento de Dios consiste en la experiencia personal, profunda, de Jesucristo y de su amor. Y esto, queridos hermanos y hermanas, vale para todo cristiano: la fe es ante todo encuentro personal íntimo con Jesús, es hacer experiencia de su cercanía, de su amistad, de su amor, y sólo así se aprende a conocerle cada vez más, a amarlo y seguirlo cada vez más. ¡Que esto pueda sucedernos a cada uno de nosotros! "


jueves, enero 02, 2014

Compañía de Jesús y de María Monasterio Nuestra Señora de Guadalupe


Reverendos Padres
Queridos Fieles
        
         Quiera Dios bendecirles.
         Este es mi saludo navideño un poco tardío a causa de los inconvenientes de salud de los últimos cuarenta días. Acostumbrado a tener buena salud fue algo novedoso para mi el verme enfermo o convaleciente, aún así, se que nada escapa a las manos de Dios Quien durante todo este tiempo me cuidó y protegió como durante toda la vida.
         Debo agradecerles la exquisita caridad que mostraron para conmigo, sus oraciones y preocupación que superó en mucho lo poco que yo pude haber hecho por Ustedes.
         Un sacerdote, un obispo, un religioso no ha tomado hábito, no ha profesado compromisos solemnes ante Dios y la Santa iglesia por el propio interés. Es natural que queramos salvarnos pero lo que debe conquistar y cautivar el alma de un eclesiástico es el amor de Dios. “Dilexit me et tradidit semetipsum pro me” decía San pablo (Gal. 2, 20) “me amó y se entregó por mi”. No es más que un ejemplo sublime e inimaginable de lo que hemos de hacer. Dar a Dios Nuestro Señor lo que somos y tenemos, hacer el bien a los demás cuanto podamos. La Santa Iglesia, sus fieles azorados delante de un mundo en caída libre, ante los ejemplos desoladores de un clero mundanizado y de un sacerdocio inconsistente, ante una jerarquía más de lobos que de Pastores, necesitan ejemplos sólidos capaces de convencer. Cuando Roma y su Imperio se rindieron a la Fe Católica toda religión valía con tal que se adorase a los emperadores reinantes y que no se pusiese en tela de juicio la inmoralidad comúnmente aceptada. El paganismo se derrumbó delante del ejemplo de hombres que todo lo daban por Dios.
         Pidamos al Santo Niño Dios y a su Madre Admirable y a todos los sagrados personajes del Pesebre la gracia de un pueblo verdaderamente católico y, para ello, de sacerdotes fieles y abnegados.
         Nuevamente toda mi gratitud y afecto, Santa Navidad para todos.
                                                          Patagonia Argentina 26 de diciembre del 2013.

                                                               + Mons. Andrés Morello.

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